Artículos de reflexión

Lenguaje animal en Aristóteles

Animal Language in Aristotle

Linguage animal em Aristóteles

http://orcid.org/0000-0002-9004-8408 Catalina López Gómez *
Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia, Colombia

Lenguaje animal en Aristóteles

Revista Colombiana de Bioética, vol. 11, núm. 2, 2016

Universidad El Bosque

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Recepción: 13 Febrero 2017

Aprobación: 17 Febrero 2017

Resumen: El presente artículo tiene como propósito examinar la posibilidad de un lenguaje animal en el corpus aristotélico. Al abordar este interrogante, el trabajo pone a la luz la relación tácita entre lenguaje e inteligencia y muestra cómo, para Aristóteles, los animales se comunican a partir de señales y símbolos que suponen procesos cognitivos complejos. Lo anterior permite develar que, así como en el caso de los seres humanos, otros animales están en capacidad de utilizar signos y encontrar significantes en algunas manifestaciones externas que los conducen a actuar de determinada manera. Teniendo en cuenta esto, el texto examina un comportamiento paradigmático en los animales dentro de los estudios biológicos aristotélicos. Al analizarlo, el artículo da cuenta de cómo los animales realizan actos cognitivos que, por la complejidad psíquica que reflejan y por el resultado práctico que alcanzan, permiten llamar a estos comportamientos como inteligentes.

Palabras clave: Aristóteles, lenguaje, voz, inteligencia, animal.

Abstract: The present article has as a purpose the examination of the possibility of an animal language in the corpus Aristotelicum. In tackling this question, the article sheds light on the implicit relationship between language and intelligence and shows how, for Aristotle, animals communicate through signals and symbols that assume complex cognitive thoughts. The latter permits the revelation that, just as is the case with human beings, other animals have the capacity of using signals and finding meaning in some external manifestations that lead them to act in a certain manner. Taking this into account, the text examines a paradigmatic behavior in animals within the Aristotelian biological studies. Upon analysis, the article shows how animals perform cognitive acts that, because of the psychological complexity that they reflect and because of the practical result they achieve, allow these behaviors to be called intelligent.

Keywords: Aristotle, language, voice, inteligence, animal.

Resumo: O presente artigo tem como propósito examinar a possibilidade de uma linguagem animal no corpus aristotélico. Ao abordar esta questão, o trabalho lança luz à relação tácita entre linguagem e inteligência e mostra como, para Aristóteles, os animais se comunicam a partir de sinais e símbolos que supõem processos cognitivos complexos. Isso permite revelar que, assim como no caso dos seres humanos, outros animais têm capacidade de utilizar sinais e encontrar significantes em algumas manifestações externas que os conduzem a atuar de determinado modo. Tendo isso em conta, o texto examina um comportamento paradigmático nos animais dentro dos estudos biológicos aristotélicos. Ao analisá-lo, o artigo observa como os animais realizam atos cognitivos que, pela complexidade psíquica que refletem e pelo resultado prático que alcançam, permitem chamar a estes comportamentos de inteligentes.

Palavras-chave: Aristóteles, linguagem, voz, inteligência, animal.

Introducción

De manera intuitiva es posible aceptar que los seres humanos y los demás animales comparten la necesidad de comunicarse con sus semejantes. Si bien en el caso animal se ha discutido la existencia de un lenguaje en términos estrictos dado que los animales no se comunican a través de un “lenguaje” articulado como es el propio de los seres humanos, es indudable que los sonidos y las voces que emiten los animales trasmiten un sinnúmero de situaciones y contenidos. A partir del uso de sus voces, los animales alertan la presencia de un enemigo, acuden a un llamado de auxilio, identifican una situación fuera de lo común, comparten alimentos y se comunican de diferentes maneras tendiendo a realizar sus actos vitales. Por ello, no es de extrañarse que la etología y, en general, la zoología, se pregunte con tanta insistencia sobre las características y los límites de la comunicación animal. Ahora bien, ¿qué es lo que distingue el lenguaje de otros tipos de comunicación? ¿En qué medida no resulta plausible referirse a un “lenguaje animal” o a “lenguajes animales”?

Teniendo en cuenta esto, el presente artículo se propone examinar en qué medida es posible hablar de un lenguaje animal en la propuesta aristotélica. Para defender la tesis de este texto, que consiste en aceptar desde el planteamiento aristotélico un uso significativo de la voz en los animales, se traen a colación, en un primer momento, las dificultades de hablar en término estricto de un lenguaje animal. Lo anterior supondrá ahondar en las categorías comúnmente aceptadas de lo que supone hablar en términos de lenguaje y las distinciones que existen entre el lenguaje y la comunicación. Una vez hecho esto, el artículo presenta distinciones con respecto a los sonidos para, a partir de esto, releer ciertos pasajes del corpus biológico aristotélico a partir de los cuales es posible defender un uso de lenguaje en ciertos animales.

1. EL LENGUAJE DESDE UN BREVE ESBOZO DE LA GRAMÁTICA GENERATIVA 1

Pese a que la pretensión del artículo no estriba en realizar una reflexión lingüística, en tanto no se pretende realizar un estudio exhaustivo acerca de la estructura de la lengua ni de las variaciones que esta ha tenido históricamente, a la hora de abarcar el tema del lenguaje animal resulta necesario al menos establecer las características particulares del lenguaje y las razones por las que este no es habilitado comúnmente para el caso de los animales.

Para ello, en este apartado se trae brevemente a colación el planteamiento de Noam Chomsky, 2 a partir del cual se llega a afirmar que el lenguaje consiste en una facultad exclusivamente humana. Ahora bien, resulta importante conocer cuáles son las razones para que, a partir de la gramática generativa, se llegue a esta conclusión. En términos generales, el estudio del lenguaje desde esta perspectiva (a sabiendas de que ha venido modificándose y refinado más sus objetivos y el contenido de la teoría), sostiene que existe un conjunto de reglas a partir de las cuales es posible analizar la corrección de las oraciones desde un punto de vista gramatical y supone el examen de la construcción sintáctica y del orden de sus términos constituyentes. De ahí que Chomsky relacione el lenguaje con una gramática cuya impronta consiste en la posibilidad de realizar oraciones con propiedades semánticas y formales.

La gramática generativa propuesta por Chomsky, en términos generales (a sabiendas que esta ha venido modificándose y refinado más sus objetivos y el contenido de la teoría), sostiene que existe un conjunto de reglas a partir de las cuales es posible analizar la corrección de las oraciones desde un punto de vista gramatical. La gramática generativa busca establecer un dispositivo formal que permita describir, analizar y especificar las oraciones de una lengua natural en forma simple, exhaustiva y general. El estudio de una lengua en particular desde la gramática generativa supone el examen de la construcción sintáctica y del orden de sus términos constituyentes pues el lenguaje es un sistema coherente, explícito y formal, con una gramática universal como sistema lingüístico.

Según Chomsky, el lenguaje es un sistema complejo que se caracteriza por poseer una estructura modular y emplear una sintaxis. Dicho sistema es posible en tanto, como sostiene en Estructuras sintácticas, el ser humano posee un dispositivo mental abstracto (dispositivo de adquisición del lenguaje o LAD) capaz de estructurar frases en cualquier idioma natural a partir de sonidos y significados (véase Barón & Müller, 2014, p. 421). El autor “postula la existencia de una estructura mental innata que permite la producción y comprensión de cualquier enunciado en cualquier idioma natural, posibilitando además que el proceso de adquisición y dominio del lenguaje hablado requiera muy poco input lingüístico para su correcto funcionamiento y se desarrolle de manera prácticamente automática” (Barón & Müller, 2014, p. 418).

Para que esto sea posible, dicho dispositivo cuenta con tres elementos. El primero de ellos es el sintáctico, que habilita que el ser humano estructure sus pensamientos. Por otra parte, el dispositivo asegura que el ser humano atribuya significados y sonido a dichas estructuras (Chomsky, 1970; 1992). Una vez rastreadas dichas características conviene indagar en qué medida no pueden ser trasladadas al terreno animal. El problema parece estar en el elemento sintáctico que determina, para Chomsky, la posibilidad de hablar de lenguaje. En efecto, el planteamiento de Chomsky supone que el elemento exclusivamente humano del lenguaje es la capacidad sintáctica.

Desde esta interpretación, aún si el lenguaje es considerado un sistema en el que se relacionan sonidos y significados a partir de estructuras formales, el propósito del lenguaje no es la comunicación. Muestra de ello es el hecho de que el ser humano puede tener pensamientos sin manifestarlos, ni tener la intención de hacerlo. La importancia del lenguaje estriba entonces en la importancia que tiene la creación del pensamiento y quizás en la expresión de este sin que esto suponga la necesidad de comunicarse con otro. Lenguaje y pensamiento están entonces mutuamente imbricados desde esta postura en tanto el lenguaje responde a una necesidad humana: la formalización y estructuración de un pensamiento. Así, el sello de esta teoría sobre el lenguaje es de tipo estructural. El enfoque de Chomsky es, por supuesto, racionalista. En la gramática generativa, el lenguaje se presenta como un sistema coherente, formal y formalizable que es propiamente humano en tanto la comunicación de los animales “no tiene el tipo de sintaxis presente en el lenguaje humano” (D’Introno, 2001, p. 21).

2. EL CASO DE LOS PRIMATES Y EL LENGUAJE DE SEÑAS

Ahora bien, si bien desde el anterior enfoque no es posible hablar de lenguaje animal, vale la pena traer a colación otros enfoques a partir de los cuales la tesis de Chomsky puede ser rebatida. Entre los años 60 y 80 se realizaron múltiples experimentos con miras a avalar la inteligencia en el caso de los animales y, con ello, a defender la idea de que estos se comunican por medio de lenguajes. Autores, como Peter Singer, se basaron en dichas experiencias realizadas principalmente con primates para sostener que la vida de los animales debe ser respetada en tanto son “personas”.

En efecto, Singer en su libro Practical Ethics sostiene que el valor de la vida humana está ligado al hecho de que los seres humanos son personas. Como características esenciales del hecho de ser persona, Singer identifica la conciencia de sí, del tiempo y la racionalidad. Para mostrar cómo estas características no se presentan únicamente en los seres humanos, Singer hace uso de los experimentos con primates. A partir de dichas experiencias, Singer sugiere que los animales están en capacidad de realizar un uso del lenguaje por medio del aprendizaje, la articulación y la creación de señas, aunque sus características fisionómicas no les permitan a los seres humanos evidenciarlo.

Uno de los casos que trae Singer a colación para mostrar lo anterior es el de la famosa Koko, una gorila adiestrada por científicos de la Universidad de Stanford en los años 70’s, capaz de comunicarse a partir de más de 1000 signos basados en la lengua de señas americana (ASL-“American Sign Language”). A partir del lenguaje de señas, Singer muestra que animales no-humanos como los primates están en capacidad de manejar un lenguaje y cumplen con las características para ser considerados “personas” y, por tanto, sujetos de derechos.

D’Introno, desde un punto de vista lingüístico, trae a su vez el caso de Koko como un caso paradigmático con respecto al uso del lenguaje en los animales. Por una parte, D’Introno muestra cómo el uso del lenguaje de señas en el caso de Koko permite mostrar no sólo que algunos animales nohumanos son inteligentes en tanto están en capacidad de aprender y manejar un lenguaje, sino también que están en capacidad de crear signos. Para ampliar esta idea, D’Introno relata cómo Koko creó en un proceso comunicativo, a partir de la combinación de dos signos aprendidos, un nuevo término para remitirse en lenguaje de señas a lo que era un anillo, un “dedo-brazalete”. Esta experiencia permitió controvertir la idea según la cual únicamente el ser humano es creativo a la hora de inventar símbolos y adherirlos a su propio lenguaje al mostrar que los animales también están en capacidad de crear nuevas señales combinando elementos preexistentes.

No obstante, tras relatar esta experiencia, D’Introno reconoce que este tipo de experimentos no resultó del todo convincente para la comunidad científica en la medida en que las acciones de Koko pueden ser interpretadas como producto de un comportamiento condicionado por la recompensa. Según esta lectura, existe un margen muy amplio de error en las conclusiones extraídas de dichas experiencias, en la medida en que su uso está mediado por la interpretación de sus interlocutores. Para reforzar este punto, D’Introno expone cómo, incluso dentro de la comunidad científica hay quienes han afirmado que estas experiencias registradas y los hallazgos que se extraen de ellas son fraudulentas. Según D’Introno, los experimentos de este tipo que se llevaron a cabo con primates mostraban que “lo que Nim Chimpsky y los otros primates estaban haciendo era esencialmente lo siguiente: aprender a interpretar los gestos visuales (o de otra índole), aunque mínimos e inconscientes, de sus entrenadores, y a seleccionar y usar el signo que les permitía obtener la comida (o lo que fuera) al mismo tiempo que la aprobación de aquéllos” (D’Introno, 2001, p. 17).

Dicha acusación se ve sustentada en el síndrome “Clever Hans”, síndrome que recibió su nombre por el caballo austríaco que fue nombrado de esta manera. El episodio consistió en el asombro que causó a principios del siglo XX dicho caballo en el mundo entero al exponerse su capacidad de leer un número en una tarjeta y luego contar con golpes de una pata hasta alcanzar dicho número. Tras examinar su comportamiento, la comisión creada y encabezada por el psicólogo Oskar Pfungst para indagar sobre la supuesta inteligencia del caballo determinó que el caballo en realidad no realizaba estas operaciones matemáticas. Lo que verdaderamente sabía hacer el caballo era interpretar los gestos casi imperceptibles de la cara o de la mano del dueño que le permitían detenerse cuando alcanzaba el número leído. El caballo era observador y se guiaba por la reacción de los espectadores (gestos no verbales).

El síndrome “Clever Hans” llegó a afectar tanto los experimentos con animales que, al registrar los experiencias, los entrenadores de animales, en especial los de los delfines, se vieron forzados a tapar sus rostros con miras a no afectar o incidir en los comportamientos de los animales (en efecto, parte de lo que resultaba problemático en el caso de Hans era que el entrenador no era consciente de que sus gestos le proporcionaban al caballo los elementos necesarios para determinar cuándo detenerse).

Además de este amplio margen de error, la ratificación de un lenguaje animal por medio de experiencias como las de Koko es usualmente criticada en la medida en que el uso del lenguaje es evaluado en los animales nohumanos desde el aprendizaje de un lenguaje humano (ASL) suponiendo con esto que los procesos cognitivos, incluyendo el comunicativo, de otras especies son similares entre seres humanos y animales. En palabras de D’Iborno, “tendemos a atribuirle a dicha comunicación unas características que probablemente no tiene, que son las que reconocemos en la nuestra” (D’Iborno, 2001, p. 20).

Teniendo en cuenta lo anterior, es claro que no es posible sostener a ciencia cierta a partir del uso que hacen los primates del lenguaje de señas, como lo pretende Singer, el que los animales pueden comunicarse por medio de un lenguaje formal y estructurado pese a que sus disposiciones fisiológicas no se los permita. Enfoques como los de Singer han estado orientados a mostrar cómo los animales pueden hacer un uso del lenguaje como ha sido caracterizado comúnmente, a saber: a través de la relación entre los elementos sintáctico, semántico y fonético. No obstante, esta vía no resulta la única posible a la hora de habilitar el lenguaje al caso de los animales. En efecto, es posible también sugerir otros elementos definitorios para el caso del lenguaje. Es en esta dirección que van orientados los siguientes apartados del artículo, a saber, en mostrar cómo es posible habilitar el uso de un lenguaje animal cuando este es examinado desde una postura matizada.

3. HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL LENGUAJE ANIMAL: EL ANÁLISIS DE LOS SENTIDOS

Una vez rastreada de forma ligera la dificultad de hablar de un lenguaje animal en estricto sentido, vale la pena hacer énfasis en que la pretensión de este artículo no consiste en mostrar que los animales pueden aprender un lenguaje humano ni, en esa vía, pretende rastrear algún tipo de sintaxis, morfología u otros elementos lingüísticos en sus formas de comunicación.

El esfuerzo que realizaré a continuación consiste en mostrar, desde una lectura amplia de lo que es el lenguaje, cómo, en el planteamiento aristotélico, es posible hablar de lenguaje animal en tanto los sonidos que emiten algunos animales están cargados, no sólo de significación, sino de cierta interpretación de lo que les acontece. De esta manera, el texto defiende que, para Aristóteles, el lenguaje es lenguaje, sin importar si se da en los seres humanos o en otros animales, en la medida en que posee un carácter interpretativo.

Con miras a realizar esto, resulta necesario reconocer la asociación que, con seguridad, de manera inmediata, podría realizarse entre la palabra lenguaje y el concepto en griego logos. Al respecto vale la pena recordar el amplio debate que ha generado, entre los estudiosos de la filosofía antigua, la traducción de este último concepto. Como es bien sabido, este término es utilizado en el mundo antiguo, dependiendo de los contextos y los autores, para referirse al lenguaje y la razón. Así, por ejemplo, Aristóteles utiliza el mismo término para apelar, en la Política a ambas acepciones (véase Pol. I, 1253a 10 y Pol. VII, 1332b 4). Teniendo en cuenta esta dificultad y lo problemático que supone aceptar, al interior del planteamiento aristotélico, que los animales diferentes al ser humano posean logos 3 , el texto examina la posibilidad del lenguaje animal a través del análisis de otros términos como es la noción de dialektos utilizada con frecuencia en los Tratados Biológicos.

Realizada esta salvedad, para defender un sentido propio de lenguaje en los animales, en el planteamiento aristotélico, partiré de algunas consideraciones acerca de la percepción como característica específica de los animales en la propuesta aristotélica4 y acerca de las distintas manifestaciones de los sentidos (véase De sensu, 436b 17). Por una parte está el tacto (sentido inmediato) y, como parte de él, el gusto, el cual responde a las condiciones necesarias de toda existenciaes claro que sin tacto no puede haber animal, en tanto el exceso en las cualidades tangibles, no sólo destruye el órgano sensorial, sino también su existenciay, por otro lado, están los sentidos que requieren de un medio que tienen como fin ya no simplemente la supervivencia sino el goce de una mejor existencia (ver los ejemplos que se exponen en De Anima III , 435b 12ss). “Los demás sentidos —como ya se ha dicholos posee el animal, no simplemente con el fin de que pueda subsistir, sino para que goce de una existencia mejor: por ejemplo, (…) el oído para captar señales dirigidas a él y la lengua, en fin, para emitir señales dirigidas a otros” ( DA III , 435b 20ss).

Al concentrarnos en el lenguaje, el sentido que interesa examinar es el oído y, más exactamente la capacidad que se encuentra estrechamente relacionada con él: la voz. ¿Cómo se relaciona la pretensión de validar un lenguaje en los animales y el hecho de que estos sean seres sintientes con oído y voz? Al referirse al oído (akoe) y la voz (phoné) en animales diferentes al hombre, Aristóteles usualmente enlaza dichos sentidos con los términos semeion (signo) y semainein (significar). La voz, sostiene el autor en la Política, “es signo (esti semeion) del dolor y del placer” (Pol. I, 1253 a 10). Al sentir los animales dolor y placer, utilizan la voz para comunicar a otros, según Aristóteles, dichas manifestaciones. En efecto, en la Política, Aristóteles sostiene que los animales poseen voz “porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros” (Pól. I, 1253 a 11) 5 y la lengua (entendida ésta como un órgano) “para emitir señales dirigidas a otros” (DA III, 425b 25). Ahora bien, con respecto al oído, la función en el animal es clara: existe “para captar señales dirigidas a él” ( DA III, 425b 24ss) 6.

El presente pasaje de la Política puede interpretarse como contrario a la tesis que aquí se defiende según la cual la voz de los animales puede transmitir símbolos de las representaciones vivenciadas por el animal emisor, más allá de ser simple gritos desgarradores. No obstante, es importante centrar la atención en la parte del pasaje en la que Aristóteles reconoce que los animales están en capacidad de indicar la sensación experimentada unos a otros. El hecho de que Aristóteles presente la voz como un signo (semaínein) de placer y dolor y que sostenga que los animales son capaces de indicársela (semaínein) unos a otros habilita la interpretación según la cual la voz no sólo tiene como propósito desahogar sensaciones, sino transmitir un mensaje. Dicha interpretación encuentra eco en la cita de De Anima según la cual el oído existe “para captar señales dirigidas a él” (DA III, 425b 24ss).

4. UNA CLASIFICACIÓN DE LOS SONIDOS

En el capítulo 8 del libro II de De Anima, Aristóteles afirma que la “voz” es propia únicamente de los seres con alma (véase DA II , 420b5). Este extracto es utilizado con frecuencia para ilustrar la enorme diferencia que existe, desde el punto de vista del Estagirita, entre los “sonidos” que producen los objetos inanimados y las “voces” que son propias de los animales y los seres humanos. “No todo sonido de un animal es voz” sostiene Aristóteles, al pensar en los sonidos que se producen con la lengua o al toser. Para que el sonido sea voz “ha de ser necesariamente un ser animado el que produzca el golpe sonoro y éste ha de estar asociado a alguna representación 7 , puesto que la voz es un sonido que posee significación y no simplemente, como la tos, el sonido del aire inspirado” (DA II, 420b 29 ss).

El presente pasaje tiene una singular importancia al interior de la argumentación que se adelanta con miras a sostener un lenguaje animal en el planteamiento aristotélico. En efecto, en él se establece una estrecha relación entre voz y phantasia que, alimentada con el pasaje de De Interpretatione 1, 16a 3ss 8 en el que Aristóteles sostiene que la voz reproduce “símbolos de las afecciones del alma”, permite defender la tesis según la cual, por medio de la voz el animal (emisor) transmite la phantasia que tiene lugar en su alma a otro animal (receptor) que, por medio del oído, recibe el mensaje. Es en este sentido que Labarrière sostiene que “la voz no se reduce a los simples gritos desgarradores por el dolor o el placer, sino que significa, o comunica, algo a algún otro distinto a él” (Labarrière, 2004, p. 20). 9

Así, al distinguir el ruido o mero sonido (psophos) de la voz (phoné), Aristóteles reconoce que los animales no son sólo emisores de sonidos sino que, en ocasiones, se comunican por medio de sonidos cargados de significación (o “intencionalidad”). Con miras a ahondar en esta distinción, rescato en las siguientes líneas la clasificación animal continuista que, a mi juicio, Aristóteles realiza en Historia Animalium IV, 535bss, utilizando como criterio de clasificación los sonidos emitidos por los animales.

Dicha clasificación da cuenta de la relación hilemórfica propuesta por Aristóteles, al mostrar que los ruidos producidos por los animales se encuentran en estrecho vínculo con las singularidades fisionómicas de las diferentes especies descritas. En una escala ascendente se ubican en un primer momento a los animales que no producen, según el autor, ningún ruido natural. Lo cual, es posible defender, no es otra cosa que subrayar el hecho de que existen animales que parecen determinarse más por sus funciones vegetativas que sensitivas, es decir, que parecen más plantas que animales. En este grupo encontramos a los moluscos y a los crustáceos. En un segundo momento, se ubican los animales que producen un ruido (o sonido) que no corresponde a una voz, evidenciándose en la carencia de pulmón, tráquea o laringe en los animales pertenecientes a esta categoría, como los insectos y los peces. En un tercer lugar, se encuentran los animales que poseen voz, más no un lenguaje articulado, los cuales se caracterizan por poseer pulmones o tráqueas y carecer de lengua suelta y labios como los delfines y los cuadrúpedos ovíparos como las serpientes o las tortugas (silban, sisean). Y, por último, se encuentran las especies animales que se comunican mediante la voz a través de un lenguaje articulado.

5. LA POSIBILIDAD DE UN LENGUAJE ANIMAL

La anterior clasificación muestra cómo, para Aristóteles, el sonido que produce un animal puede ser un simple ruido (psophos), una voz (phoné) o un tipo de lenguaje (diálektos). Así como el ser que posee la facultad sensitiva ha de contar necesariamente con la facultad vegetativa, siendo ésta condición necesaria de que se presente la sensitiva, Aristóteles sostiene con respecto a la presente clasificación que “todo ser que tiene lenguaje tiene también voz, pero los que tienen voz, no tienen todos un lenguaje” (HA IV, 536b 4).

Ahora bien, lo que llama la atención de la anterior cita es que no parece anular de entrada la posibilidad de que otros animales, distintos al hombre, se comuniquen por medio de un lenguaje. 10 Esta posibilidad se confirma en Historia Animalium al habilitar el lenguaje articulado (diálektos) en las aves en Historia Animalium IV y mostrar cómo éste no resulta exclusivo de la especie humana. El pasaje es el siguiente:

“El género de las aves (…) emite sonidos vocálicos, y las que tienen un lenguaje (diálektos) articulado son sobre todo las que presentan una lengua ancha y las que tienen una lengua delgada” (HA IV, 536a 21).

¿Qué entiende Aristóteles por lenguaje articulado cuando lo habilita en este pasaje a las aves? 11 La respuesta al anterior interrogante estriba en el hecho de que la voz en los animales puede comunicar de distintas maneras. Con miras a abordar esto quizás valga la pena ratificar el hecho de que, para Aristóteles, la voz es siempre significativa pues es la manera en que los animales (incluido el ser humano) manifiestan o revelan una afección. Al sostener que “lo que hay en la voz son signos de las afecciones que hay en el alma” en De Interpretatione 1, 16a 3ss, Aristóteles sostiene que los sonidos de la voz son signos y, al ser signos, son signos de algo, de una afección que vivencia y expresa el animal.

Ahora bien, el que los sonidos que emiten los animales sean significativos no habilita por ello el hecho de hablar de un lenguaje animal en el planteamiento aristotélico. En efecto, los sonidos de la voz no siempre indican o expresan lo mismo. Existen diferentes manifestaciones, o tipos de estos. Teniendo en cuenta el interés que tenía Aristóteles por los pájaros, vale la pena abordar las referencias que realiza el autor a los gorjeos y la capacidad de llamar y responder a otros a través de la voz que varios de ellos poseen. 12

A partir de la lectura de los pasajes de Historia Animalium IV en los que se examinan los comportamientos de los pájaros, es posible, al menos, distinguir dos tipos de manifestaciones: a) los sonidos emitidos por los animales cuya finalidad es manifestar la afección que padecen (agrado o desagrado) y b) los sonidos que, además de emitir una afección, involucran una interpretación de la vivencia que busca ser develada a otro. La anterior distinción se evidencia en el siguiente pasaje:

Tanto las voces como los lenguajes articulados varían según los lugares. Ahora bien, la voz se caracteriza sobre todo por el tono agudo o el grave, pero la cualidad de sonidos emitidos no difiere nada en el interior de un mismo género. En cambio, la voz en los sonidos articulados y que se pueden llamar una especie de lenguaje, difieren en los diversos lugares, no solamente de un género a otro, sino aún en el interior de un mismo género, y así, por ejemplo, entre las perdices, unas castañetean y otras pían. (HA IV, 536b 9ss)

En ese sentido, Labarrière aduce que “la voix ne se réduit pas aux seuls cris arrachés par la douleur ou le plaisir, mais elle signifie, ou communique, quelque chose à un autre que soi. De même, l’ oüie ne se réduit pas à la capacité de percevoir des sons, ni même à celle de percevoir des différences entre ces sons, mais chez les humains et chez les animaux doués de voix, elle se définit comme ce qui “fait connaître les différences de voix” ”(Labarrière, 2004, p. 20) 13 .

Así pues, para que la comunicación entre animales sea posible, y pueda ser denominada un lenguaje, se necesita un conjunto de operaciones mentales que permita no sólo emitir una “voz” sino también “escucharla” o “entenderla”. Lo anterior supone que, en el caso de los pájaros descritos por Aristóteles, por ejemplo, lo que habilita sostener un lenguaje discursivo en algunas especies es la posibilidad de emitir y decodificar mensajes. Más allá de manifestar con el sonido estados de dolor o placer, algunos pájaros, según Aristóteles, tienen la capacidad de transmitir mensajes con miras a desencadenar de ello un comportamiento adecuado por parte del receptor del mensaje para su finalidad o propósito en la situación específica en la que se encuentran.

Algunos animales, tal y como lo muestra Aristóteles en las descripciones que realiza en los libros VIII y IX de Historia Animalium, realizan comportamientos inteligentes en tanto garantizan de manera óptima sus actos vitales. 14 Es entorno a esta consideración sobre la inteligencia animal que el asunto del lenguaje en los animales cobra sentido. En efecto, al defender que algunos animales, en este caso los pájaros, son capaces de comunicar y utilizar sus voces “con miras a” y no como una simple manifestación de dolor o placer, el lenguaje articulado se convierte en una manifestación de inteligencia animal. De esta manera, las descripciones realizadas por el autor en el libro IV de Historia Animalium en las que algunas aves, a partir de sus cantos, cortejan a sus parejas, muestran como las voces en estas especies tienen como propósito una reacción por parte del otro (el receptor).

Puesto en palabras de Searle, el propósito del lenguaje es la comunicación, así como el propósito del corazón es bombear sangre, “in both cases it is possible to study the structure independently of function but pointless and perverse to do so, since structure and function so obviously interact” (Searle, 1972, sección III, párr. 4) 15 . Es claro entonces que la tesis que se ha defendido en este artículo se distancia completamente del enfoque de Chomsky en El lenguaje y el entendimiento. En efecto, contrario a la visión teleológica de Aristóteles, a partir de la cual se ha realizado la defensa de un lenguaje animal al interior de su planteamiento, resulta claro que el interés de Chomsky no consiste en ahondar en las condiciones del lenguaje a partir del rastreo o la observación de las circunstancias cotidianas. Mientras Chomsky plantea una teoría del lenguaje desde la abstracción, Aristóteles lo hace desde una mirada al fin o el propósito de la comunicación.

A modo de conclusión, vale la pena recalcar que la importancia del recorrido que se ha realizado en este texto consiste en evidenciar que a partir de la voz y el oído algunos animales logran establecer un sistema de comunicación que trasciende el sólo hecho de trasmitir dolor o regocijo y que tiene como fin “significar” o “comunicar” algo a otro. Aseveraciones como “significárselas mutuamente” (tauta semainein allelois), “con miras a significar alguna cosa a otro” (semainei heteroi ti) o “para que algo le pueda ser significado” (semainetai ti autoi) identificadas en los pasajes a los que se ha hecho referencia, permiten entrever el hecho de que los animales no se limitan a recibir información sensorial de sus percepciones sino que la organizan y le otorgan una significación que buscan compartir con un miembro de la especie o con otro con miras a garantizar su existencia y bien lograr sus fines.

Al abordar la posibilidad de un lenguaje animal en el corpus aristotélico, se devela entre líneas la relación tácita entre lenguaje e inteligencia en la medida en que para que el lenguaje entre animales sea posible, se necesita un conjunto de operaciones mentales que permita no sólo emitir una “voz” sino también “escucharla” o “entenderla”. En efecto, únicamente una representación abstracta, un sentido compartido o una experiencia previa rememorada, permite que los animales decodifiquen la “voz” de otro y la conviertan en un mensaje, a partir del cual han de comportarse del modo más adecuado con respecto a sus necesidades o propósitos. Más allá de ser esto un punto concluyente, la relación entre lenguaje e inteligencia animal deja ciertos interrogantes abiertos para futuras ocasiones: ¿qué papel juega el aprendizaje en todo esto?, ¿pueden los animales aprender un lenguaje o se da éste de forma natural en ellos?, ¿en qué consiste lo distintivo del lenguaje animal frente a otros tipos de lenguaje animal?

Referencias

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Notas

1 El presente trabajo defiende una idea de lenguaje opuesta al enfoque presentado por la gramática generativa. Se ha elegido esta postura como opositora de la tesis que se defiende en tanto consiste en la propuesta más representativa de los enfoques de lenguaje formalizado.
2 Si bien es posible referirse a dos momentos diferentes en la teoría del lenguaje de Chomsky (según su propio pronunciamiento en “El programa minimalista” (1999), en donde distingue la gramática generativa (1957-1981) de la teoría de principios y parámetros), el presente artículo se refiere principalmente a las tesis abordadas desde la gramática generativa. Ahora bien, dado que la tesis más importante que se resalta del pensamiento de Chomsky en el artículo consiste en la impronta sintáctica del lenguaje y su primacía con respecto a los componentes semántico y fonológico, no parece haber ningún inconveniente en no abordar los distintos momentos de la gramática generativa en tanto dicha tesis no varía al interior de toda su teoría.
3 La afirmación anterior se realiza soportada en la tesis que Aristóteles sostiene en el libro VII de la Política según la cual sólo el ser humano posee razón (véase Pol. VII, 1332b 4).
4 “En los animales, en la medida en que son animales, se da necesariamente la sensación, pues es por ella, precisamente, por la que distinguimos lo que es un animal y lo que no es un animal” (De Sensu, 436b 11ss). Sobre el tacto como condición de existencia ver DA, 434b 9ss.
5 Con miras a argumentar a favor de esta interpretación es importante no dejar de lado que la Política es un Tratado centrado en las exclusividades y particularidades del ser humano, mientras que De Anima posee una visión más amplia en la que el ser humano es tan sólo un ejemplo de animal sintiente. El pasaje de la Política al que se realiza referencia se encuentra imbricado en una argumentación que busca distinguir la comunicación que existe entre los seres humanos a la que se da entre los demás animales. No obstante, en él, como se ha intentado mostrar, se habilita una lectura acerca de la importancia de la emisión y la recepción de los signos de las representaciones de dolor y placer que vivencian los animales.
6 Los subrayados y el uso de la negrilla han sido utilizados por la autora con miras a enfatizar palabras claves al interior de las citas.
7 En la versión que se utiliza en el presente trabajo del De Anima, el traductor opta por realizar, en esta afirmación aristotélica, la traducción del término phantasia por representación.
8 Este pasaje de De Interpretatione es utilizado nuevamente como referencia más adelante con miras a defender la tesis de un lenguaje articulado en el caso de algunos animales al interior de la propuesta aristotélica.
9 Traducción libre. Pasaje original: “La voix ne se réduit pas aux seuls cris arrachés par la douleur ou le plaisir, mais elle signifie, ou communique, quelque chose à un autre que soi."
10 La exclusividad humana está en el logos (como palabra), “la razón por la cual el hombre es un animal social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo de dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: posee, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad” (Pol. I, 1253a 10). La contraposición que se hace aquí es entre logos y phoné para distinguir entre animales políticos humanos y otro tipo de animales sociales.
11 Aristóteles se contradice al afirmar en HA IV, 536b 3 que el lenguaje articulado es propio del hombre. Sin embargo, no sostiene que es exclusivo de éste. Conviene indagar acerca del sentido “propio”.
12 El interés que manifiesta Aristóteles por los pájaros con respecto al uso de sus voces quizás pueda ser comparable únicamente a la alusión que realiza en Historia Animalium al elefante. En efecto, el autor rescata en el libro IX la capacidad que tienen los elefantes para identificar la voz de sus amos (véase HA IX, 610a 29ss).
13 “la voz no se reduce únicamente a los gritos que se desprenden del dolor o el placer, sino que significa, o comunica, algo a otro. De la misma manera, el oído no se reduce a la capacidad de percibir sonidos, ni a la capacidad de percibir diferencias entre esos sonidos, sino que en el caso de los humanos y los animales dotados de voz, se define como eso que “permite reconocer las diferencias de voz” ” (traducción libre del pasaje).
14 Con miras a rastrear de manera más puntual esta tesis, ver López Gómez, C. (2009). Inteligencia animal en Aristóteles. Discusiones Filosóficas, 69-82.
15 “en ambos casos es posible estudiar la estructura independientemente de la función pero hacer esto es irrelevante y hasta perverso, ya que función y estructura obviamente interactúan” (traducción libre del pasaje).

Notas de autor

* Profesora de la Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia. clopez@unisalle.edu.co

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