Artículo de reflexión

De la «tanatopolítica» hacia la universalización de la racionalidad económica: «tanatoeconomía»*

From «thanatopolitics» to the universalization of economic rationality: «thanatoeconomy»

Da «tanatopolítica» para a universalização da racionalidade econômica: «tanatoeconomia»

Abdénago Yate Arévalo **
Universidad El Bosque., Colombia
Carlos Díaz Rodríguez ***
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Colombia

De la «tanatopolítica» hacia la universalización de la racionalidad económica: «tanatoeconomía»*

Revista Colombiana de Bioética, vol. 10, núm. 1, 2015

Universidad El Bosque

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Recepción: 04 Julio 2014

Aprobación: 09 Junio 2015

Resumen: El artículo tiene como objetivo evidenciar el paso del totalitarismo de lo biológico al totalitarismo del mercado de la vida-muerte en la sociedad mundial. Con este fin se hace un recorrido por la historia de la tanatopolítica y su relación etimológica. Metodológicamente, se realiza una revisión documental para plantear los antecedentes generales asociados con las principales técnicas de poder que culminan con la priorización de una política biológica; con ello se describen los principales aspectos que caracterizan la tanatopolítica y se logra el análisis de algunas características que fundamentan la universalización de la racionalidad económica, especialmente en Alemania y en los Estados Unidos de América. Se concluye que hoy en el mercado neoliberal el ser humano ha sido reducido a mero capital, debido a la invasión de la racionalidad económica en todas las esferas de la sociedad.

Palabras clave: Bioética, bioeconomía, tanatoeconomía, tanatopolítica, biopolítica.

Abstract: The article has as an objective to put into evidence the progression from biological totalitarianism to totalitarianism of the life-death market in world society. With this end a track is marked through the history of thanatopolitics and its etymological relationship. Methodically, a document review was carried out to set the general antecedents associated with the principle techniques of power that culminate with the prioritization of biological politics: with this the principle aspects that characterize thanatopolitics are described, and achieved is an analysis of some of the characteristics on which the universalization of economic rationality are based, especially in Germany and the United States. It is concluded that today in the neoliberal market human beings have been reduced to mere capital, due to the invasion of economic rationality in all the spheres of out society.

Keywords: Bioethics, bioeconomy, thanatoeconomy, thanatopolitics, biopolitics.

Resumo: O artigo tem como objetivo colocar em evidência a progressão do totalitarismo biológico ao totalitarismo da vida-morte do mercado na sociedade mundial. Com esta finalidade, é feito um percurso pela história da tanatopolítica e sua relação etimológica. Metodologicamente, é realizada uma revisão dos documentos para expor os antecedentes gerais associados com as principais técnicas de poder, que culminam com a priorização de uma política biológica: com isto, os principais aspectos que caracterizam a tanatopolítica são descritos e se alcança a análise de algumas características que fundamentam a universalização da racionalidade econômica, especialmente na Alemanha e nos Estados Unidos da América. Conclui-se que hoje, no mercado neoliberal, o ser humano foi reduzido a um mero capital, devido à invasão da racionalidade econômica em todas as esferas da sociedade.

Palavras-chave: bioética, bioeconomia, tanatoeconomia, tanatopolítica, biopolítica.

Introducción

Existe un diálogo entre la bioética y la biopolítica, para evidenciar los ejercicios de poder que se instauran en las instituciones del mercado liberal actual. Se abre así un campo de investigación que busca recoger las cuestiones éticas que propenden por la corresponsabilidad individual, colectiva y empresarial. Como se verá, las dinámicas tanatoeconómicas son el resultado de una historicidad yprácticas (lo que los sujetos, las poblaciones realmente hacen cuando hablan o cuando actúan) económicas con sus correlatos de mercado relacionados con la vida y la muerte. Para ello, se utiliza el marco de la racionalidad económica, especialmente en Alemania y en Estados Unidos de América que coparticipan en la configuración del mercado neoliberal en que el ser humano se reduce a mero capital.

El objetivo principal es poner en evidencia el paso del totalitarismo de lo biológico al totalitarismo del mercado de la vida-muerte en la sociedad mundial. En consecuencia, se busca analizar los elementos que contribuyeron al paso de un totalitarismo de lo biológico, expresado en el nacionalsocialismo alemán, a un totalitarismo del mercado, expresado en la invasión de la empresa y del mercado, en todas las esferas de la sociedad.

La tesis defendida en el presente artículo es que la racionalidad económica instaurada en el quehacer diario, en el cuerpo del individuo y en la vida privada ha llevado a su máxima expresión el laissez-faire et laissez-être, soportada en la universalización de la empresa a partir del gobierno de sí.

1. METODOLOGÍA

Se hace una revisión documental y se plantean antecedentes generales asociados con las principales técnicas de poder que culminaron con la priorización de una política biológica en Alemania. Después, se describen los principales aspectos que caracterizan la tanatopolítica del régimen nazi y, finalmente se describen y analizan algunas características que fundamentan la universalización de la racionalidad económica, especialmente en Alemania y en Estados Unidos de América.

2. RESULTADOS

2.1 ANTECEDENTES DE LA TANATOPOLÍTICA

En principio, es indispensable hacer una reflexión etimológica del concepto tanatopolítica, debido a que, como menciona Aranguren[1], la etimología se justifica como un camino válido para acceder a lo real y permite mejorar las reflexiones en el campo de la ética.

En Grecia, Tanatos (Θάνατος) es el dios de la muerte, o mejor, la personificación de esta: administraba la muerte pacífica, sin violencia. Algo que compartía con su hermano Hipnos, padre de Morfeo. Mientras que Moros y de Kèr se encargaban de la muerte con violencia. No obstante, Tanatos no tomaba las decisiones por sí mismo, sino que seguía los designios de las Moiras. En otras palabras, Tanatos es un administrador de la muerte sin violencia, una forma de gobernar sobre los mortales dictaminado por un ser supremo. No se trataba de ejecutar la muerte por ejecutarla. Aquí, como lo plantea Hottois[2], hay una aproximación al respeto de la dignidad humana, algo vital en bioética. El puente entre la tanatopolítica y la universalización de la racionalidad económica (bioeconomía) pone en evidencia la importancia de la bioética.

En la construcción de la tanatopolítica y como complemento de Tanatos, es necesario una aproximación al concepto de «política», del latín politicus y politikós[3] (del griego πολιτικός), que significa «de los ciudadanos» y también, «del Estado». Al mismo tiempo es el adjetivo de pólis (πόλις): «ciudad», «Estado», palabras que pueden ser entendidas como sinónimos, debido a que en la Grecia clásica, la ciudad era la unidad estatal. De igual forma, pólites significa «ciudadanos», y proviene de la raíz indoeuropea *p(o)lH-, que significa «lugar cerrado». Es así como en sánscrito, pur, puram significa «ciudad», y en lituano pilis, traduce «fuerte». *p(o)lH- es similar a la palabra *gharto que significa «encerrar», que en las lenguas germanas deriva a «jardín», pero en las lenguas eslavas es «ciudad». Por ejemplo: grad o gorod. Así mismo, desde el latín, civitas es el equivalente a pólis (ciudad); mientras civilis equivale a politikós, del cual proviene el adjetivo «civil».

A partir lo anterior, se colige que los temas relacionados con politikoí son todos aquellos asuntos del Estado, de todos los ciudadanos, es decir, de todos los miembros con poder civil, lo que se llama «La opinión pública»[4]. Así, el poder civil es un término y ejercicio en oposición a los intereses personales o privados: idiotikós ( ἰδιωτικός). Este último, no se debe confundir con el término idiotes ( ἰδιώτες), que se refiere a los ciudadanos que no se preocupan de los temas concernientes a la pólis; que aunque al principio significaba «ciudadanos privados», luego denominó a los «incultos» o «no conocedor de las artes». Cortina [5] señala que es importante reconocer que en las estrategias mercantiles actuales se presenta una evolución constante desde las sociedades de consumo hacia las sociedades consumistas, en las cuales las personas pasan de ser consideradas ciudadanos a idiotes.

En concordancia con las definiciones dadas, tanatopolítica hace referencia a todos los asuntos de administración de la muerte pacífica, sin violencia, por parte del Estado, de parte de los ciudadanos, derivados del poder civil, y por lo tanto, de nivel ciudadano, de un nivel poblacional, y no como temas concernientes a intereses privados o personales. Al igual que el «yo neuroquímico», tema actual en la biopolítica y la bioética de Rose[6], es una administración de los designios de las personas como población.

La tanatopolítica, como es evidente, tiene una relación directa con el concepto biopolítica acuñado por Foucault[7]. Bio (del griego βιο) significa «vida»; lo que resulta en «administración de la vida por parte del Estado». Sin embargo, es evidente que no se puede hablar de «vida» sin hablar de «muerte»; la administración sobre una de ellas, tiene relación directa sobre la administración de la otra. En consecuencia, no podemos separar la biopolítica de la tanatopolítica, y mucho menos de la bioética. «La Biopolítica y la Tanatopolítica se entrelazan al administrar la vida y la muerte en una realidad escalofriante donde la técnica introduce el artificio más allá de lo natural.

El cuerpo humano como zona fronteriza de lo natural y lo artificial expresa los alcances del post-humanismo»[8]. Un poshumanismo en el que «la influencia del pensamiento evolucionista darwiniano sobre la tecnociencia y la manera de concebir la temporalidad es capital»[9].

Bauman[10] analiza cómo se pasó de un totalitarismo de lo biológico, expresado en el nacionalsocialismo alemán, a un totalitarismo del mercado, expresado en la invasión de la empresa y del mercado en todas las esferas de la sociedad mundial. Durante los siglos XVII y XVIII las técnicas de poder se concentraron en el cuerpo individual mediante instituciones como la cárcel, el siquiátrico, la escuela y la fábrica, como lo pone en evidencia Foucault[11]. Eran, según Pincheira[12], espacios de encierro que buscaban disciplinar a la sociedad.

A mediados del siglo XVII surgió la biopolítica, como tecnología de poder. En la fase anterior, la técnica de poder se concentraba en el cuerpo, en esta etapa se concentra en la vida de una población, se va más allá de los espacios de encierro, se pasa a los espacios abiertos. El fin, dice Pincheira[13], es optimizar la gestión de la vida. Cuando se habla de población no se está hablando de un grupo de personas, sino en términos estadísticos. No se trata de observar a la población, sino de intervenirla, la cuestión poblacional no es un asunto biomédico, sino de bioeconomía[14].

Esto significa que el «buen gobierno» no se reduce a la gestión de los bienes y las personas, sino a gestionar la conducta de una población. Y no se limita exclusivamente al ámbito biológico y médico (v.g. control de epidemias por inundaciones, tratamiento de aguas negras, etc.), sino que se amplía al ámbito económico, en que se consideran todas las dimensiones ontológicas del cuerpo, que según Escobar[15] son el ser para sí, el ser para otro y existo mi cuerpo como conocido por otro a título de cuerpo.

Se adopta un conjunto de técnicas de Gobierno que involucran la economía en cuanto al consumo y funcionamiento de los mercados, de tal forma que devienen estrechas relaciones entre la economía y la ética, tal como lo señala Hausman[16]. Por tanto, a los seres humanos «el examen que deben aprobar para acceder a los tan codiciados premios sociales les exige reciclarse bajo la forma de bienes de cambio, vale decir, como productos capaces de captar la atención, atraer clientes y generar demanda»[17].

Foucault no hace una historia de la biopolítica sobre la economía de una población, sino que usa el término biopolítica para describir la gestión de la población. «Hace ya treinta años que Michel Foucault lanzó al panorama filosófico francés e internacional el concepto de “biopolítica”. Fruto de su innovadora interpretación del poder como una relación productiva de fuerzas, con él quería referirse el pensador francés al conjunto de mecanismos de conducción de conductas y fenómenos naturales relacionados con el ser humano en tanto que “organismo viviente”, y en cuanto a miembro de una “especie viviente” sujeta a toda una serie de procesos vitales de alcance colectivo: natalidad, mortalidad, morbilidad, higiene, etc.»[18].

Con todo, es evidente la relación de la bioética con la biopolítica y, por ende, con la tanatopolítica. «La biopolítica ha tomado cada vez más conciencia de sí misma, pues cada vez es más claro que plantear, elaborar y resolver las cuestiones bioéticas no son asuntos puramente científico-técnicos ni puramente éticos: estas gestiones involucran también, de un extremo al otro, presupuestos y objetivos políticos, opciones de sociedad»[19]. En otras palabras, existe una relación insoslayable de la bioética con la biopolítica.

2.2 EL TOTALITARISMO NAZI: EL PAROXISMO DE LA TANATOPOLÍTICA

El nazismo distribuye equitativamente el poder de matar en la totalidad del cuerpo social, a diferencia de los planteamientos tradicionales que recaían exclusivamente en el «jefe». En el siglo XX, el régimen nazi consideraba que la política de la vida se defendía ampliando la política de la muerte; es decir, el motor de desarrollo del cuerpo social es la muerte: primero la destrucción del enemigo externo, seguidamente, pasa al enemigo interno, y cuando se avecina la caída del régimen nazi, la población alemana es la víctima: hay una combinación, dice Esposito[20], de homicidio y suicidio.

El nazismo fue la expresión extrema de la gestión del gobierno de las poblaciones mediante la intervención directa en momentos claves de la vida: el nacimiento y la muerte. La política de la vida se apoyaba en la medicina y la biología como sustento del racismo para realizar el exterminio inmunitario del enemigo interno y externo. En esta situación se difuminan las fronteras existentes entre la política de la vida (biopolítica) y la política de la muerte (tanatopolítica). Así, los profesionales de las diferentes disciplinas con «careta» científica se dedicaron a la implementación de diversos métodos como la eugenesia y, según Segura[21], el degeneracionismo. De acuerdo con Gracia[22], ha de comprenderse que se ponía en tensión, e incluso en contravía, la relación directa entre los valores con las consecuencias, propia de la ética médica, para evitar toda discordancia entre ellos.

«El nazismo es biología aplicada, la derrota del historicismo y la reivindicación de los valores esencialmente biológicos»[23]. El homicidio generalizado se constituye en el instrumento básico para la regeneración del pueblo alemán. Segura[24] señala que la regeneración desde el nazismo se vuelve necesaria debido a que la degeneración creciente mina la fuerza vital de la sociedad alemana y la nueva Alemania tiene el deber salvar al mundo occidental de la creciente degeneración, de la degradación biológica.

La degeneración según la Alemania nazi, se transmite en forma hereditaria y contagiosa; esta última, se asocia en el eje vertical, con su descendencia, y en el eje horizontal, con la comunicación social. Independiente de la forma de transmisión, dice Segura[25], lo esencial es construir el mecanismo inmunitario que impida la difusión de ese proceso degenerativo.

Segura[26] señala que para los nazis los pueblos civilizados afrontan una progresiva degeneración, la única forma de invertir el proceso es retornar a lo sano, a lo perfecto; se sustituye el prefijo negativo «de», por el prefijo positivo «eu», que muestra la intención reconstructiva, una de las técnicas aplicadas a la vida que se orienta a contrarrestar el proceso degenerativo de la sociedad, es la eugenesia, con la que se pretende modificar el desarrollo espontáneo. La eugenesia positiva se centra en modificar las fuentes de la vida; mientras que la negativa se concentra en los posibles canales de contagio degenerativo. Sin embargo, según Segura[27], un instrumento de fondo para evitar el posible contagio es la esterilización.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en los países en desarrollo, los procesos de esterilización masiva, sin consentimiento, han sido frecuentes, especialmente en las poblaciones más vulnerables de la sociedad; pues ya estas «resultaban incompatibles con su estilo de vida»[28]. En cierta medida, hay rasgos de discriminación, no en el sentido biológico, sino social. La «tanatología del genocidio»[29] se inicia con la aplicación de la eutanasia a los niños y adultos disminuidos. La biopolítica nazi asesina con fines terapéuticos justificados en la salvación vital de su propio pueblo. La masacre generalizada vincula «degeneración, regeneración y genocidio, la regeneración vence a la degeneración mediante el genocidio»[30]. La política, el derecho y la medicina, tuvieron como salida el genocidio. La participación de los médicos se expresó en su poder sobre la vida desprovista de valor.

Esposito[31] afirma que los médicos nazis se convirtieron en los sumos sacerdotes de Baal y se enfrentaban a sus enemigos históricos lo hebreos y podían destruirlos por placer. Una hipótesis de dudoso asidero histórico es que el antisemitismo se originó en la crucifixión de Jesucristo, no en el nacionalsocialismo. Según esta versión, los judíos eran odiados porque operaban como prestamistas, ya que no podían tener tierras; en ese contexto histórico la usura era mal vista. En el contexto alemán, se tenía en cuenta que los judíos solamente se casaban entre ellos, y esa endogamia se veía como una mutación que podía infectar al pueblo Alemán.

El paradigma inmunitario[32] considera que la enfermedad que los nazis combatieron a muerte no era más que la muerte misma. Según Esposito[33], lo que se buscaba matar en el judío no era la vida, se buscaba extirpar la presencia de la muerte, dado su carácter de humanidad en creciente degeneración, y se deseaba evitar su contagio con el pueblo alemán.

Para Hobbes al igual que para Esposito, habría un paradigma inmunitario, dado que el Estado protege la vida, mediante el poder que le otorga un contrato. El Estado es un mecanismo regulador de un organismo: la sociedad. En el estado de naturaleza «los hombres […] están provistos de notables lentes de aumento (a saber, sus pasiones y su egoísmo) vista a través de los cuales cualquiera pequeña contribución aparece como un gran agravio; están, en cambio, desprovistos de aquellos otros lentes prospectivos (a saber, la moral y la ciencia civil) »[34]. En el estado de naturaleza sus miembros persiguen su propio beneficio, y llevan a una guerra de todos contra todos, condición que se vuelve insostenible y se debe transitar al contrato social.

No obstante, Esposito[35] introduce el sistema inmunitario, pero el paradigma no se queda solamente en lo biológico, sino que va más allá. En el cuerpo biológico de la nación se pueden sacrificar los individuos enfermos, se puede exterminar gran parte de la población o aquellos que se consideran enemigos del cuerpo biológico de la nación. Se trata de defender una vida por la otra. Acabar los enfermos para que no sufran, el buen nacer implica eutanasia. Eliminar a unos para favorecer ciertos nacimientos. Exterminar a los vivos indeseables para no infectar la huella biológica. Los nazis pensaban que lo que estaban haciendo era bueno; recordemos que eran grandes defensores de los derechos de los animales. Así, si hubieran pensado que los judíos eran animales, se hubieran salvado. Esta estrategia alemana contenía:

[Un primer elemento] Mediante el «examen» continuado de los gestos y las actitudes, las disciplinas «normalizan», someten a cada individuo a la «disciplina» del gesto preciso, a la norma que normaliza (…) Un segundo elemento, se centrará, no ya en el «cuerpo individual», sino en el «cuerpo-especie», en el hombre entendido como parte constituyente de ciertos procesos biológicos de conjunto –como los índices de natalidad y mortalidad, la duración de la vida, etc.– que es preciso ordenar con el fin de hacer aumentar las fuerzas del Estado, con base en la idea de una «seguridad del conjunto». Se trata de una «tecnología centrada sobre la vida» que trata de ordenar los efectos de masa propios de la población, que intenta controlar los acontecimientos azarosos que pueden producirse en una «masa viviente»… Un tercer elemento característico de esta biopolítica interventora será la eugenesia… una técnica que pretendía mejorar la especie humana corrigiendo los trastrocamientos de la selección natural que afectan a las modernas sociedades industriales… [Así] calificaban a los delincuentes, degenerados, discapacitados psíquicos, etc., como «enemigos biológicos» que no hacían sino entorpecer y amenazar la supervivencia de la nación… La «penalidad» comienza a entenderse así como un «mecanismo preventivo» encargado de diagnosticar e intervenir sobre la conducta de esos «grupos de riego», antes de que se materializara la violación del derecho[36].

Esposito[37] plantea que los dispositivos inmunitarios que caracterizan el régimen nazi son: i) la normativización absoluta de la vida, ii) lo biológico se vuelve el corazón de la vida espiritual, y, iii) la supresión anticipada del nacimiento. «Existe la eugenesia por selección de los reproductores o de los recién nacidos típica del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX: es la eugenesia racista, en particular nazi»[38]. Sin embargo, lo ocurrido en el régimen nazi, no es sino una característica, al parecer, natural de la naturaleza humana. En la historia de la humanidad « (…) domina la muerte violenta […] todavía hoy, la Historia Universal […] no es más que una serie de asesinatos de pueblos […] descendemos de una larguísima serie de generaciones de asesinos»[39].

Tejada[40] expresa que así como se habla de biopolítica, como el interés y la intromisión que la política realiza sobre la vida, también se sugiere la expresión de tanatopolítica, como esa vinculación no menos clara y crucial de la política con la muerte. Y el ejercicio de la guerra es la más evidente de la prácticas tanatológicas. Ejercitar, formar y desarrollar una cultura física para matar y morir, es algo abiertamente tanatopolítico. La biopolítica dice interesarse por educar y formar físicamente para la vida, aunque la interconexión que desarrolla con la tanatopolítica es recurrente y persistente. En la Alemania nazi, se desarrolla más ampliamente la conexión entre biopolítica y tanatopolítica, inserta en los Estados modernos.

Se debe aclarar a qué clase de guerra nos referimos, ya que es evidente que no todas las guerras responden a la administración de la muerte como se ha visto más arriba. Igualmente, hay que recalcar la educación sobre biopolítica y tanatopolítica, ya que estas deben ser una reflexión ciudadana. Esta reflexión deviene en bioética y, por tanto, como dice Galvis[41], se requiere educación en esta y en derechos humanos.

«¿Es la “tanatopolítica” nazi el “horizonte insuperable” de la biopolítica, es el campo de concentración, como sugiere Agamben, el paradigma biopolítico de lo moderno?»[42]. ¿Cómo es la relación actual de la biopolítica y la tanatopolítica? «La tanatopolítica murió, como forma histórica, con el nazismo, sin que ello quiera decir que puedan activarse en la actualidad, o en un futuro próximo, formas de poder tan terribles como aquellas»[43].

2.3 EL TOTALITARISMO DE LA EMPRESA Y SU UNIVERSALIZACIÓN

El neoliberalismo busca adaptar el ejercicio global del poder político a las reglas de una economía de mercado. Busca «sociedades democráticas [que] tienen problemas para incorporar en su seno a instituciones legítimas de expertos»[44]. En el caso alemán, según Foucault[45] el neoliberalismo buscaba construir un «liberalismo positivo» que es una libertad de mercado con políticas activas de vigilancia extrema. En Alemania, la economía pasa de ser solamente una teoría de mercado para convertirse en un modelo de racionalidad aplicable a cualquier esfera de la vida. Después de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad se entiende como una empresa y no como un organismo biológico. Como lo plantea García[46], actualmente el mercado establece un régimen convergente para las formas de participación a través del orden del consumo.

La competencia en general se define como capacidad humana; la educación tiene que competir como lo hacen las empresas. El derecho a la educación se relaciona con la política económica, debido a que se debe garantizar la competitividad. Una competitividad en la que se reconoce «que el desarrollo social y cultural de una nación se sustenta en el equilibrio entre el bienestar social y el manejo de los recursos y, en consecuencia, con la sostenibilidad de estos en el tiempo»[47].

Los alemanes garantizan el «Estado de bienestar» para que la sociedad compita. Es evidente allí, que el desarrollo de las capacidades se asocia con la noción de competencia. La vital politik impregna la racionalidad económica en la familia y demás esferas de la sociedad. La cuestión es cómo administrar ciertos recursos para ciertos fines y funciones. Desde la familia al gobierno, se acoge la concepción de empresa: el ortoliberalimo, como lo nombra Chirolla[48].

Es menester aclarar que el capital humano, como factor estratégico de competitividad o como motor de crecimiento de una economía, fue desarrollado magistralmente por Becker[49]. Este define el capital humano como el conjunto de aptitudes e idoneidades innatas y adquiridas que tienen los hombres, que se trata desde cierta racionalidad a partir de recursos escasos. Si el trabajador recibe un salario, este no se puede reducir solamente al valor del intercambio de su fuerza de trabajo. La recepción de ese salario puede modificar su conjunto de aptitudes e idoneidades, y esto, a su vez, puede modificar su salario. El conjunto de aptitudes e idoneidades, desde Becker, es capital. El trabajador del conocimiento se constituye en gestor de su capital humano y tiene que saber cómo administrar esos recursos para conseguir los fines propuestos; entonces, se vuelve empresario de sí mismo.

En el neoliberalismo norteamericano, la administración de sí mismo implica que debe financiar íntegramente su educación y su salud, por lo cual se pueden privatizar esos servicios. El presupuesto esencial de esta concepción según Latour[50], es que el progreso continuo del capital humano estimula la ciencia y la tecnología, es decir, según Foucault[51] se pasa de la técnica de «gobierno de la población» al «gobierno de sí». Se busca conseguir unos fines a partir de la administración de recursos escasos; es una antropología que implica un concepto de vida. La noción de población empieza a enlazarse con la estadística y la economía.

El «empresario de sí mismo», como técnica de conducta, implica instrumentalizar todas las esferas de la vida, la razón humana se vuelve un asunto económico. Foucault muestra que esa técnica de gobierno de la conducta domina todas las esferas de la vida, incluso la noción de individuo, y busca entonces una racionalidad, una mediación entre recursos y fines. En ello se ve una «influencia del utilitarismo en el pensamiento contemporáneo»[52].

Castro-Gómez[53] y Delueze[54] señalan que en el neoliberalismo se parte que todos los individuos, aun los que se encuentran en las márgenes de la sociedad, tienen la capacidad de incrementar su «capital humano» mediante la creación, la innovación y el emprendimiento. Pero para lograr esto es necesario crear un «medio ambiente» de libertad frente a las vigilancias estatales, de tal modo que los sujetos puedan hacer marketingde sí mismos, adquirir nuevas competencias inmateriales y deslizarse tan flexiblemente como las serpientes. Todo ello ha llevado a unas soledades en lo colectivo, individual, público y privado:

La soledad civilizada aqueja, más que a nadie, a aquellos que carecen de poder y están más necesitados, a los viejos y a los moribundos. […] El destierro de la violencia externa ha hecho previsible la duración de la vida. Hoy la muerte representa la máxima violencia. Ya Freud descubrió la «represión de la muerte» que esconde las fantasías de inmortalidad del hombre. Elías relaciona el ocultamiento de la muerte con la pacificación, la individualización y la secularización. La progresiva pérdida de rituales y aún de discurso en torno a la muerte revela un vacío normativo. Ante la muerte y su antesala, la vejez, la enfermedad y la agonía, la expresión del sentimiento y la conducta ante el duelo recaen en el individuo. Nos estamos acostumbrando a «tener que morir solos» como prolongación de la convicción de que estamos solos en la vida. La civilización ha abocado a un individualismo extremo…[55].

Hoy, la vida y la muerte e incluso la muerte digna se encuentran inmersas en el mercado neoliberal. La vida y la muerte forman parte de los productos/servicios ofertados. «Jamás anteriormente ha muerto la gente de una manera tan poco ruidosa y tan higiénica como hoy día, y jamás lo ha hecho en unas condiciones que hayan fomentado tanto la soledad»[56]. He aquí que se puede hablar de una biopolítica neoliberal.

La biopolítica neoliberal […] esta teoría económica, social y política pretende […] asegurar un mínimo de intervencionismo económico por medio de un máximo de intervencionismo jurídico. En efecto, para los teóricos neoliberales, son las leyes del mercado las que deben servir tanto de principio para la regulación económica, como de elemento fundamental de regulación social. La vuelta de tuerca de este nuevo laissez-faire consiste así más bien en un ne pas laissez faire al gobierno[57].

2.4 EL TANATOOIKOS: LA TANATOECONOMÍA EN LOS MERCADOS NEOLIBERALES

La tanatopolítica se da sobre el cuerpo a partir de los deseos y desde el gobierno de sí. Entonces ¿por qué esto no es una biopolítica, si se tiene en cuenta que esta es la que administra la vida? El destierro de la violencia logró poner en la palestra la vida en soledad y, por ende, la muerte en soledad. Es decir, se administra la vida como un medio para la muerte; es decir, la muerte como fin.

En los mercados neoliberales nace así la tanatoeconomía, que vincula la bioeconomía y la tanatopolítica. Es decir, es el gobierno de sí como una empresa, a partir del logro de los deseos desde el laissez faire. Por tanto, se vuelve una política de la muerte; se trasladan los fines de la empresa a los individuos; la expresión de los deseos en busca de placer. Las necesidades son absorbidas por los deseos. Cuando la racionalidad económica penetra todas las esferas de la vida, esta se instrumentaliza. El gobiernode sí se reduce a una cuestión puramente económica y surge la noción del empresario de sí mismo. La universalización de la empresa adquiere su máxima potencia, dado que irrumpe como técnica de gobierno en el ámbito de lo individual. Lo esencial es realizar una buena administración del capital humano.

En este sentido, según Hinkelammert y Mora[58], cuando la racionalidad económica impregna la familia, el ser humano es un factor de producción que se mueve en términos de eficiencia productiva. El éxito del sujeto pasa a depender de las valoraciones que determine el mercado, trastocando los valores que tenga en relación con el trabajo, la vida, el amor, entre otros, dice Serge Latouche[59]. En este escenario, la pobreza se explica por la ineficiente utilización del capital humano y significa que el sujeto no ha aprendido el verdadero «cuidado de sí». El desempleo, desde esta lógica, no implica vulnerabilidad, dado que el sujeto debe tener conductas empresariales de adaptación y flexibilidad que le permitan articularse fácilmente al mercado laboral, por lo que los subsidios pierden sentido.

Por lo tanto, la persona como empresario de sí mismo no encuentra sentido a la vida. En correspondencia a ello: «Proponer que la vida por ser finita es absurda, conlleva a que esta siga siendo infinitamente absurda si viviera toda la eternidad. Igualmente, si lo absurdo de la vida depende de nuestro tamaño, por qué dejaría de ser menos absurda si ocupáramos todo el universo»[60]. Sería incorrecto invocar que «si de todas maneras vamos a morir, cuál es el sentido de desarrollar un conjunto de actividades que normalmente desarrollamos los humanos en nuestra vida cotidiana. Lo absurdo se entiende en la vida cotidiana como el desfase existente entre las aspiraciones personales y la realidad. Cuando nos encontramos en una situación absurda, modificamos nuestras aspiraciones, intentamos ajustar la realidad a nuestras pretensiones o simplemente evitamos la situación»[61].

Por otro lado, ya que el capital humano[62] se preocupa por la competitividad, es decir, por maximizar su valor, los individuos que «triunfan» y tienen ventajas competitivas sostenibles en el largo plazo, son aquellos dotados de conocimientos actuales y útiles; el sujeto es valorado por las reglas dictadas por el mercado que invade el ámbito de lo moral y lo espiritual. El capital, por su misma esencia, no tiene sentido propio, por lo que se pierde el sentido de la vida.

La persona se enfrenta a un vacío existencial que le lleva a una pérdida de sentido de la vida, dado que su misión es impuesta y reducida a la voluntad de tener dinero y de placer. Es una visión mecanicista del ser humano y se opone a la libertad, a la posibilidad de trascender. El verdadero significado de la vida está en los comportamientos y actuaciones rectas; afrontar la «vida» es algo real y concreto, eso conlleva un destino diferente y único en cada caso. Las actuaciones morales del hombre no se pueden reducir a satisfacer un impulso moral para sentirse bien con su conciencia; su motivación, dice Frankl[63], es el amor por una causa, por alguien que ama o por la búsqueda de la vida eterna que lo lleve a Dios.

En conclusión, la reducción del ser humano a mero capital, debido a la invasión de la racionalidad económica en todas las esferas de la sociedad, transforma la sociedad en una economía de la muerte a causa de su alejamiento de la libertad, la solidaridad, la equidad, la vulnerabilidad y la dignidad humana. Una economía de la exclusión y la inequidad, es una economía impersonal despreocupada por lo humano, es una economía que engendra muerte: tanatoeconomía.

El ser humano no solamente participa en los mercados, sino que con frecuencia las personas son ofertadas y demandadas; es decir, el sujeto ya no es un fin, es un instrumento al servicio del capital. Los mercados se divinizan, se les confiere autonomía absoluta, se legitiman y generalizan los juegos de suma cero. El sujeto se ve atrapado en el más puro darwinismo social, con lo que se niega un fundamento esencial de la existencia humana: su lucha por decidir siempre lo que es.

La sociedad en los niveles macro y meso, se reduce a criterios económicos de optimización y maximización; el cálculo racional impregna todas las esferas de la vida. El resultado es el hambre, la exclusión, la inequidad, los conflictos militares (situaciones que son evidentes en países como Colombia, según Ospina[64]), depredación del medioambiente y una cultura de la muerte, que se justifica en preferencias o deseos y el cálculo económico.

En lo individual, el sujeto se comporta en términos empresariales y es reducido a la voluntad del dinero y a la voluntad del placer, niega la voluntad de sentido, que se traduce en la búsqueda de trascendencia de los límites impuestos por la biología y el medioambiente. Esta negación lo convierte en un desterrado sin rumbo y lo deja en una condición de simple objeto. Se ha cosificado al sujeto, dice Anders[65], despojado de sus imperativos morales, y ha quedado a merced de lo que dicte su biología y el balance de costos y beneficios.

Una investigación realizada por Price[66], encontró que la prestación de los servicios de socorro en caso de desastres naturales depende del nivel de ingreso de los hogares y sus características raciales. Los hallazgos los sustenta en los datos de las muertes en New Orleans causadas por el Huracán Katrina, mediante la construcción de un modelo de economía política de la provisión pública de servicios de rescate cuando se presentan desastres naturales. La probabilidad de morir a causa del Huracán se incrementa por la condición de ser pobre y negro.

Por tanto, se evidencia un alejamiento de los principios igualitarios en el suministro de servicios de ayuda en caso de emergencias por desastres naturales. Los resultados son consistentes con una economía política racial y con decisiones gubernamentales de corte clasista en la asignación de recursos públicos para mitigar los riesgos ambientales de la población.

La revista The Economist[67] señala que en Japón una forma de suicidio muy propia de este país es el Hara Kiri, cuyo equivalente corporativo es el Karoshi conocida como la muerte por exceso de trabajo. Esta modalidad de muerte empresarial, fue reconocida legalmente en el Japón en la década de 1980. En el caso en que el sistema legal reconozca que la causa de muerte ha sido el Karoshi, los familiares más cercanos pueden recibir, como compensación, una suma cercana los US$ 20.000 en un año por parte del Gobierno; algunas veces, hasta un millón de dólares proveniente de la empresa, por concepto de daños y perjuicios. Es decir, el sacrificio individual al servicio de la máquina económica de lo colectivo. Comportamiento legitimado culturalmente en el respeto por el trabajo duro, que tiene sus raíces en el milagro económico obtenido por el Japón después de la segunda guerra mundial.

Sandel[68] reseña que en la década de los años setenta uno de los carros más vendidos en los Estados Unidos fue el Ford Pinto que presentó un grave defecto de fabricación en el tanque de gasolina. Este tendía a explotar cuando otro carro lo chocaba por atrás, lo que provocó más de 500 personas muertas, sin contar los heridos que sufrieron graves quemaduras. Cuando se presentaron las demandas respectivas, se supo que la Ford estaba enterada de la falla en los tanques. Sin embargo, del análisis costo-beneficio realizado por la empresa, se recomendó no modificar el problema. La compañía estimó que sin modificaciones en el tanque de gasolina, habría 180 muertos y 180 quemados, lo que arrojaba un total para pagar en favor de las víctimas de 49,5 millones de dólares. En consecuencia, el valor monetario estimado de cada vida sacrificada era de 200 mil dólares, y si eran personas quemadas, de 67 mil por cada una. Si se hubiera optado por corregir la seguridad del depósito de gasolina, el costo para la Ford hubiera sido de 137,5 millones de dólares. Las estimaciones del valor de la vida humana, fueron obtenidas de la Administración de la Seguridad del Tráfico en Carretera de los Estados Unidos, y se calculó teniendo en cuenta las pérdidas de productividad, los costos médicos, los costos del entierro y el sufrimiento de la persona.

Finalmente, la universalización de la racionalidad económica impregna el sistema que para tener estabilidad y evitar su colapso, acude a diversas alternativas, como el conflicto militar, para reactivar economías con problemas estructurales.

Respecto de esto, the Institute for Economics & Peace Economic[69] en un estudio sobre las consecuencias de la guerra en la economía de los Estados Unidos de América, plantea que el gasto militar puede ser una fuente importante de crecimiento económico en momentos de recesión y baja confianza de la economía: La industria militar puede llevar al desarrollo de nuevas tecnologías, generar nuevas industrias y crear nuevas fuentes de demanda y empleo. El organismo citado concluye que si el gasto militar se financia con impuestos progresivos, como fue el caso de la Segunda Guerra Mundial, puede ocasionar indirectamente una distribución del ingreso más eficiente.

En el contexto actual, una confrontación militar a escala global implicaría una tercera guerra mundial con armas nucleares de destrucción masiva; cosa poco probable, ya que se enfrentaría el riesgo de extinción de la humanidad. Como salida, para suavizar y estabilizar el sistema, se acude a los conflictos militares regionales, estimulados por políticas públicas de las grandes potencias, que se orientan a fortalecer la industria militar y sus sectores relacionados.

Es una economía de la muerte que provoca pérdida de vidas humanas, mutilaciones, daños sicológicos, enriquecimiento de unos pocos y empobrecimiento de la mayoría, y una cultura de la guerra que se considera parte de la vida cotidiana. Según el Instituto de Investigación de Conflictos de Heidelberg (IIH)[70], 2013 ha sido el año con más conflictos armados desde la Segunda Guerra Mundial, cabe resaltar 20 guerras en «categoría elevada» como Afganistán, Irak, Pakistán y Siria; a su vez, 11 de las guerras se ubican en África subsahariana.

3. DISCUSIÓN

La libertad y la justicia, como principios morales fundamentales, son dos prescripciones deseables en cualquier sociedad, pero amorfas y sin consenso en su conceptualización. Se han visto expresiones extremas de los dos valores reseñados, por ejemplo, en el totalitarismo nazi, que reclama justicia por un supuesto desequilibrio biológico de una raza que necesita ser reivindicada.

Por otro lado, una noción de libertad llevada al extremo del «gobierno de sí», en el cual la noción de derechos fundamentales se transforma gradualmente en un problema atribuible exclusivamente a una persona, que por ser competitiva, debe financiar motu proprio esas prestaciones que antes debía liderar el Estado.

La noción de autonomía se reduce a la noción de racionalidad económica cuando se mira desde la universalización de la empresa, en la cual el individuo es valorado como capital humano. El ejercicio de la libertad es una práctica reflexiva, y el Estado liberal abandera la percepción de que somos libres. Sin embargo, esa libertad alternativa es mera libertad económica. El liberalismo ordenó qué se tenía que hacer, y después vendió la «percepción» de que todos son libres.

De igual forma, el principio de justicia entraría en tensión con esa noción extrema de autonomía, como mera racionalidad económica, ya que la justicia reclama la distribución equitativa de recursos y capacidades a los miembros de una sociedad, y demanda una mayor presencia del Estado, mediante políticas públicas activas que disminuyan la inequidad, que reconozca los más débiles en el sentido de la justicia como equidad de Rawls[71] y la propuesta bioética de la protección de Kottow[72].

Respecto de la participación de los sujetos de forma autónoma, con conocimiento y con consentimiento, se cuestiona si la economía, en que el ser humano es la mercancía, lo que se oferta y se demanda, es responsabilidad de él. En otras palabras, la tanatoeconomía se soporta en la exclusión y la inequidad que todos los actores permiten, desde los gobiernos, los estados-nación, hasta los individuos mismos. Es de vital importancia recordar que los asuntos políticos deben ser de todos los individuos, no solo de los gobernantes. Ese es el fundamento de política, y, aún más, de la biopolítica.

4. CONCLUSIONES

En el totalitarismo nazi la sociedad se reduce a un organismo biológico que en su lucha por la supervivencia reivindica el homicidio generalizado (tanatopolítica) para salvar al mundo occidental de la degradación biológica. A partir de los efectos causados por la segunda Guerra Mundial las políticas económicas nacionales e internacionales, responden a un modelo de racionalidad económica aplicable a cualquier esfera de la vida individual (tanatoeconomía): la sociedad se reduce a una empresa en todos sus niveles.

La libertad radicalizada que se advierte en el «gobierno de sí», hace que los derechos humanos se conviertan de responsabilidad estatal a responsabilidad individual, y lleva a que la autonomía se reduzca a mera racionalidad económica debido a que la universalización de la empresa deviene en la conversión de la persona en capital humano. De allí se sigue que la libertad en los contextos neoliberales sea mera libertad económica.

Los factores de éxito de la competencia internacional se fundamentan en la productividad. Para garantizar la sostenibilidad del crecimiento económico el ser humano se convierte en un eslabón más de la máquina industrial con diversos matices, desde trabajador manual hasta trabajador del conocimiento, en todo caso, prescindible, descartable, desechable, sacrificable. El sentido de vida se pierde en el camino por su transformación en un factor de producción más, mero capital al servicio de la dinámica industrial, ya sea de alta, media o baja tecnología.

En síntesis, la racionalidad económica instaurada en el quehacer diario, en el cuerpo del individuo, en la vida privada, en llevar a su máxima expresión el laissez-faire et laissez-être, soportada en la universalización de la empresa a partir del gobierno de sí, ha llevado a un cambio de pensar en términos biopolíticos: a términos tanatoeconómicos.

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Notas

* Este artículo de reflexión es original, producto investigación en el Área Fundamentos de la bioética, línea Biopolítica, del Doctorado en Bioética de la Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia. Tutor: Gustavo Chirolla Ospina, Ph. D. (c) profesor investigador del Departamento de Bioética de la Universidad El Bosque. Los autores tienen la responsabilidad del contenido y la originalidad del documento. Entregado el 4 de julio de 2014 y aprobado el 9 de junio de 2015.
[1] ARANGUREN LÓPEZ, José Luis. Ética. Barcelona: Altaya, 1998, p. 19.
[2] HOTTOIS, Gilbert. Dignidad y Diversidad Humanas. Bogotá: Universidad El Bosque, 2013, p. 26.
[3] DICCIONARIO ILUSTRADO LATINO ESPAÑOL – ESPAÑOL LATINO. Barcelona: Larousse, 2012.
[4] CASTORIADIS, Cornelius. El mundo fragmentado. Buenos Aires: Caronte Filosofía, 2008, p. 55.
[5] CORTINA, Adela. «Ética en la era del consumo». En PESSINI, Leo; DE SIQUEIRA, José Eduardo y SAAD HOSSNE, William. Bioética en tiempos de incertidumbres. Bogotá: Universidad El Bosque, 2013, pp. 329-346.
[6] ROSE, Nikolas. Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI. La plata: Universitaria, 2012, p. 369.
[7] FOUCAULT, Michel. Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007, pp. 155-162.
[8] TEJADA, José Luis. «Biopoder en los cuerpos». En Educación Física y Ciencia. Año 14. La Plata: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, 2012, pp. 13-25. [En línea]. [Fecha de consulta 15 enero de 2015]. Disponible en http://www.efyc.fahce.unlp.edu.ar/article/view/EFyCv14a02
[9] HOTTOIS, Gilbert. «Definir la bioética: retorno a los orígenes». En Revista Colombiana de Bioética. Vol. 6. N.° 2, p.77. Bogotá: Universidad El Bosque, diciembre de 2011.
[10] BAUMAN, Zygmunt. Daños Colaterales. Desigualdades sociales en la era global. México: Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 233.
[11] FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002, p. 138.
[12] PINCHEIRA, Iván. «Michel Foucault: Nacimiento de la biopolítica: Curso en el Collège de France: 1978-1979». En Revista Estudios Avanzados. Vol. 6 N. ° 9, p. 167.
[13] Ibid., pp. 167-8.
[14] Corrientes representativas de este enfoque fueron Malthus y la escuela francesa de los fisiócratas.
[15] ESCOBAR TRIANA, Jaime. Dimensiones ontológicas del cuerpo. Una visión filosófica del cuerpo y su relación con el ejercicio de la medicina. Bogotá: Universidad El Bosque, 1997, p. 67.
[16] HAUSMAN, Daniel M. y MCPHERSON, Michael S. El análisis económico y la filosofía moral. México: Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 13.
[17] BAUMAN, Zygmunt. Vida de consumo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina, 2007, p. 18.
[18] CAYUELA SÁNCHEZ, Salvador. «¿Biopolítica o tanatopolítica? Una defensa de la discontinuidad histórica». En Revista de Filosofía. N.° 43, 2008, p. 33. [En línea]. [Fecha de consulta 6 de noviembre de 2014]. Disponible en http://revistas.um.es/daimon/article/view/96021
[19] HOTTOIS, Gilbert. ¿Qué es la bioética? Bogotá: Universidad El Bosque, 2007, p. 22.
[20] ESPOSITO, Roberto. Bios: Biopolítica y filosofía. Buenos Aires: Amorrortu, 2004, pp. 175-6.
[21] SEGURA DEL POZO, Javier. «Salud pública y Biopolítica: Biopolítica, tanatopolítica y salud pública en el nazismo». Salud Pública y algo más. [En línea]. [Fecha de consulta mayo 19 de 2014]. Disponible en http://www.madrimasd.org/blogs/salud_publica/2009/02/19/113130
[22] GRACIA, Diego. Procedimientos de decisión en ética clínica. Madrid: Tricastella, 2008, p. 27.
[23] ESPOSITO, Roberto. Comunidad, inmunidad y biopolítica. España: Herder, 2009, p. 143.
[24] SEGURA DEL POZO.Op. cit., pp. 187-8.
[25] Ibid., p. 195.
[26] Ibid., pp. 203-4.
[27] Ibid., p. 211.
[28] SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Miguel A. «Ética del control demográfico». En Revista Bioética y Medio Ambiente. Colección Bios y Ethos N.° 12. Bogotá: Universidad El Bosque, 2005, p. 103.
[29] Esposito plantea que se puede hablar de genocidio cuando un Estado soberano manifiesta la intención de asesinar un grupo homogéneo de personas, la eliminación afecta a todos sus miembros y el asesinato del grupo es por razones biológicas.
[30] ESPOSITO.Comunidad, inmunidad y biopolítica. Op. cit. pp. 218-219.
[31] Ibid., p. 147.
[32] La noción misma de enfermedad implica lo extraño; el sistema inmune implica un parásito que entra en cierto organismo primitivo. El sistema también puede ser autoinmune: que se agrede a sí mismo, entonces se activa el aparato de defensas. Cuando entra un nuevo organismo al sistema, para que no haya rechazo se bajan las defensas. Se debe aceptar el intruso para aceptarse a sí mismo. Ya no es el modelo de defensa clásico, en determinado momento lo va apropiando y lo va haciendo suyo, reconociendo lo extraño y lo hace propio.
[33] ESPOSITO.Bios: Biopolítica y filosofía. Op. cit., p. 221.
[34] HOBBES, Thomas. Leviatán. Bogotá: Editorial SKLA, 1982, p. 159.
[35] ESPOSITO.Bios: Biopolítica y filosofía. Op. cit., p. 221.
[36] CAYUELA.Op. cit., p. 40.
[37] ESPOSITO.Comunidad, inmunidad y biopolítica. Op. cit., pp. 222-234.
[38] HOTTOIS, Gilbert. «La diversidad sin discriminación: entre modernidad y posmodernidad». En Revista Colombiana de Bioética. Vol. 2. N.° 2, p. 50. Bogotá: Universidad El Bosque, Julio-Diciembre de 2007.
[39] FREUD, S. Obras Completas. Barcelona: Biblioteca Nueva, 1973, pp. 2112-4.
[40] TEJADA.Op. cit., p. 21.
[41] GALVIS, Cristian. «La educación en derechos humanos y en bioética». Ensayos en Bioética. Una experiencia colombiana. Bogotá: Universidad El Bosque, 2000, p. 39.
[42] CAYUELA.Op. cit., p. 34.
[43] Ibid., p. 49.
[44] BRONCANO, Fernando. Saber en condiciones. Epistemología para escépticos y materialistas. Barcelona: Mínimo Tránsito, 2004, p. 520.
[45] FOUCAULT.Nacimiento de la biopolítica. Op. cit., pp. 155-162.
[46] GARCÍA CANCLINI, Néstor. Consumidores y ciudadanos. México: Grijalbo, 1995, p. 21.
[47] YATE ARÉVALO, Abdénago y GIRALDO LÓPEZ, Álvaro. «Análisis del diseño desde la ética económica como desarrollo social y empresarial». En Economía y Desarrollo. Vol. 5. N.° 11, p. 128.
[48] CHIROLLA, Gustavo. Seminario de Biopolítica. Primer Semestre de 2012. Bogotá: Universidad el Bosque.
[49] BECKER, Gary. El capital humano. 2.a ed. Madrid: Alianza, 1983, pp. 15-251.
[50] LATOUR, Bruno. Nunca hemos sido modernos. Ensayo de antropología simétrica. Madrid: Debate, 1993, p. 14.
[51] FOUCAULT, Michel. El gobierno de sí mismo y de los otros. Curso en el Collège de France 1982-1983. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2009, p. 21.
[52] FERRER, Jorge José y ÁLVAREZ, Juan Carlos. Para fundamentar la bioética: Teorías y paradigmas teóricos en la bioética contemporánea. Madrid: Desclée De Brouwer y Universidad Pontificia Comillas, 2005, p. 297.
[53] CASTRO-GÓMEZ, Santiago. Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogotá: Siglo del Hombre. Pontificia Universidad Javeriana- Universidad Santo Tomás. 2010, p. 51.
[54] DELEUZE, Gilles. Post-Sriptum sobre las sociedades de control. En Conversaciones. Valencia: Pre-Textos, 2006, p. 282.
[55] BÉJAR, H. «La sociología de Norbert Elías: las cadenas del miedo». Reis. En Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 1991. N.° 56, pp. 78-79.
[56] ELÍAS, N. La soledad de los moribundos. México: Fondo de Cultura Económico, 1987, p. 105.
[57] CAYUELA.Op. cit., p. 46.
[58] HINKELAMMERT, F. y MORA, H. Hacia una economía para la vida: preludio a una reconstrucción de la economía. San José: Tecnológica de Costa Rica, 2008, pp. 301-2.
[59] LATOUCHE, Serge. La apuesta por el decrecimiento. Barcelona: Icaria, 2006, p. 47.
[60] NAGEL, Thomas. Ensayos sobre la vida humana. México: Fondo de Cultura Económica, 2000, pp. 35-37.
[61] Ibid., pp. 35-37.
[62] Respecto al capital humano un ejemplo claro es la financiación de trabajadores intelectuales sin garantías de activos tangibles, como es usual en la sociedad industrial, sino en términos de la potencialidad que tienen para generar flujos de caja netos derivados de su participación en el mercado laboral. Es decir, la persona es un activo intangible debido a sus aptitudes e idoneidades explotables en los mercados, es decir, se valoran aquellos individuos que tengan conocimientos actuales y útiles.
[63] FRANKL, Viktor E. El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder, 1991, p. 61.
[64] OSPINA RESTREPO, Juan Manuel. «Colombia: La hora de volver a barajar». En Bioética y conflicto armado. Colección Bios y Ethos. N.° 19. Bogotá: Universidad El Bosque, 2007, pp. 209-210.
[65] ANDERS, Günther. La obsolescencia del hombre. Sobre el alma en la época de la segunda revolución industrial. Valencia: Pre Textos, 2001, p. 45.
[66] PRICE, G. N. «Hurricane katrina: Was there a political economy of death?» The Review of Black Political Economy. Vol. 35, N° 4, 2008, pp. 163-180.
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[72] KOTTOW, Miguel. Ética de la protección: una propuesta de protección bioética. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2007, pp. 222-3.

Notas de autor

** Estudiante de Doctorado en Bioética, de la Universidad El Bosque, Colombia; magíster en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos, de la Universidad Central, Colombia. Correo: abdenagoyate@gmail.com – ayatea@unbosque.edu.co
*** Profesor de Planta de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; magister en Economía; candidato a doctor en Bioética de la Universidad El Bosque, Colombia. Correo: cardiazrodri@gmail.com

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