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Exploding bulb. Fotografía Flicr, Rafal Kiermacz

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Obsolescencia programada como fenómeno cultural real

Programmed Obsolescence as an actual cultural phenomenon.

Liliana Karina Niño Rubio

lknino@unbosque.edu.co

Estudiante Facultad de Diseño, Imagen y Comunicación, Universidad El Bosque.


Recibido: 14-03-2015
Aprobado: 14-06-2015

Resumen

La sociedad actual se ve afectada por la absurda oferta de productos innecesarios y que día a día transforman o “mejoran” para hacer nuestras vidas más cómodas, sin embargo no notamos que estamos es comprando más y más de lo mismo, entregándole nuestro capital a esas grandes corporaciones, los cuales se hacen cada vez más ricos gracias a nuestra inocencia. Sin embargo, al final del artículo podremos analizar si somos o no tan inocentes de esto y si ellos son los únicos culpables.

Palabras clave. Obsolescencia programada, sociedad de consumo, capitalismo, marketing, tecnología, comfort.

Abstract

The current society seems to be affected by the absurd and unnecessary goods offer that day to day are transformed or “improved” to make our lives more comfortable. However, we did not pay attention to the fact that we are buying more and more of the same, giving away our capital to big corporations that are made every day more rich, thanks to our innocence.

However, at the end of this paper, we can analyze if we are being -or not- such an innocent part in this dynamic and if industries are the only ones to blame.

Key words. Programmed obsolescence, consumer society, capitalism, marketing, technology, comfort.

  1. 1. Introducción

Los modelos económicos han mutado a través del tiempo dependiendo de las necesidades sociales, históricas y culturales; ya haya sido los esclavos, la tierra o el dinero, siempre ha habido un factor claro que se ha mantenido. Quienes tuvieron el poder desde el primer modelo económico son los mismos que lo poseen en la actualidad, al igual que quienes vivieron bajo su yugo seguimos siendo los mismos. A pesar de los cambios sufridos por el modelo económico reinante, el que más ha perdurado y nos acompaña hasta nuestros días es el capitalismo, el cual nació gracias a la industrialización, los avances tecnológicos y la adquisición de bienes de consumo.

En teoría es un modelo sólido y funcional que ha subsistido bastante tiempo, sin embargo, este ha llegado a convertirse en un problema social, económico, cultural y ecológico. La sociedad de consumo masivo en la que nos hemos convertido, no solo puede llegar a generar escalofríos, sino que también está generando un gran daño a nuestro medio ambiente; solo en Estados Unidos cada habitante genera en promedio 2,3 kg de basura al día; o, por ejemplo, en el mar Caspio, situado al Norte de Irán y al extremo sur del Cáucaso con 374 000 km2 (el mar cerrado más grande del mundo) recoge las aguas servidas y la contaminación de una de las regiones más pobladas e industrializadas de Rusia a través del río Volga, el más importante de los 130 cursos de agua que lo alimentan. Al comienzo de los años 90, el nivel de contaminación del Volga era considerado realmente alarmante y sigue empeorando desde entonces.

  1. 2. Obsolescencia programada

Gran parte de este deseo que existe en la actualidad respecto a la adquisición de productos de manera descontrolada, surge gracias a un fenómeno económico que surgió en los años 20 conocido como la obsolescencia programada y es un fenómeno que aún continua como un secreto a voces, con el que hemos decidido convivir, siendo este una costumbre.

Según Josep Maria Galí (2014)

la obsolescencia programada reenvía en su aceptación más epidérmica unos “malos” los fabricantes y sus malévolos ingenieros y diseñadores industriales, que planean de forma consciente productos que se estropean tan rápidamente como lo permite el mercado para provocar nuevas ventas a través de innovaciones poco relevantes sino engañosas.

Es decir, el factor determinante a la hora de desarrollar un producto, no es su calidad o su duración, lo verdaderamente importante es la necesidad que tienen los consumidores por este y qué tanto pueden consumirlo, es decir, qué tantas veces pueden y van a querer volverlo a comprar. El ejemplo más claro de este fenómeno es el de las bombillas, su duración media es de 1000 horas, sin embargo podrían hacerse con materiales que les permitirían estar encendidas por años. O el de la continua innovación tecnológica y funcional de los teléfonos móviles, ordenadores, etc., para conseguir que el consumidor compre continuamente nuevos modelos.

Para aclarar un poco más la idea de la obsolescencia programada lo haré a través de una pequeña visión de su surgimiento.

Uno de los primeros, quizás el más celebre documento sobre el tema se debe a la pluma de un agente inmobiliario neoyorquino que en 1932 propuso acabar con la gran depresión que siguió al crack de 1929. (...) Bernard London, así se llamaba el agente (Galí J.)

Parafraseando este documento, simplemente se limitaba a que el Estado determinase una serie de expertos que mediante estudios iban a determinar la vida útil de los bienes de consumo, generando una constante fuente de ingresos al tener estos una fecha de caducidad y generando también fuentes más estables de trabajo.

  1. 2.1. Cultura de consumo

La cultura de consumo es un nombre que le podemos dar a nuestra situación actual, en la cual nos dedicamos a comprar, re-comprar, vender y re-vender, gracias al constante bombardeo por parte de los medios, ya sea la televisión, el internet, o cualquiera de ellos que nos invitan a esto. En otras palabras

Al decir cultura de consumo pienso, parafraseando la clásica definición de Taylor en el conjunto de creencias, valores, normas, formas de ser, etcétera, imperantes en las zonas privilegiadas de esta aldea o, más bien, mercado global de complejas e inestables interdependencias en que se ha convertido el mundo de nuestros días gracias, sobre todo, a las tecnologías de la comunicación y a las necesidades de las grandes corporaciones transnacionales financiero/industriales. En cierto modo, las personas que habitamos las áreas en las que impera el bienestar, nos encontramos inmersas en una especie de gran superficie llena de anuncios y mensajes que nos invitan a comprar o vender. (Barbero, 2014:12)

Por tal razón, no podemos ser tan cortos de pensamiento y culpar solo los fabricantes, la sociedad insensata, consumista y sin sentido en la que nos hemos convertido es culpable en gran parte de que esta filosofía de la obsolescencia se mantenga.

“El diseñador austriaco Víctor Papanek (1972) define la cultura occidental de los años setenta como una cultura kleenex, que desecha con pasmosa facilidad sus propias creaciones a merced del gusto cambiante” (Vargas, Vélez, Rodríguez & Rojas, 2012:11)

Entendiéndose así que no solo la sociedad está acostumbrada a este sistema, sino que está conforme y feliz con el mismo. Sin embargo, gracias a esto podemos encontrar un nuevo culpable, el cual muchas veces pasa desapercibido. Es el marketing, el que nos bombardea día a día y hora a hora mediante cualquier medio y mediante estrategias de mercadeo, generadas por las grandes empresas que se encargan de “lavar” nuestro cerebro para que compremos y hagamos lo que ellos quieren y producen.

  1. 3. Vida y muerte del producto

Sin embargo no podemos limitarnos a culpar la muerte de un producto gracias a la sociedad consumista, debemos comprender que la sociedad moderna en la que vivimos está en constante cambio y puede que algunos productos de hoy no satisfagan las necesidades mañana, por lo que no estarían cumpliendo con su fin que es hacer nuestra vida más placentera. Esto es conocido como el estado de bienestar.

El abordaje del tema de la muerte realizada en el artículo como parte del ciclo de vida de los productos, el cual está fuertemente influenciado por los avances tecnológicos, propone un enfoque diferente al tema de la obsolescencia programada. (Vargas, Vélez, Rodríguez & Rojas, 2012. P. 15)

De tal forma que es evidente que los productos no siempre caducan por menester de los fabricantes, o a las empresas, o los diseñadores, simplemente son víctimas del paso del tiempo y del cambio constante en el que vivimos:

  1. 4. Conclusiones

La obsolescencia de consumo es un fenómeno que surge como una necesidad histórica gracias a la grave crisis económica vivida en Estados Unidos. Sin embargo, esa solución que se pensó en su momento como una salida rápida y sólida ante un problema grave que acaecía en su época se ha convertido en un problema actual que todos conocen pero del que nadie quiere hablar.

Causando problemas económicos, ecológicos, culturales y sociales, la obsolescencia programada cada vez es más y más clara, y se hace presente en nuestro diario vivir: los celulares, televisores e incluso en los alimentos está presente.

La sociedad en la que vivimos cambia a una velocidad desaforada, los surgimientos de nuevas tecnologías y la búsqueda de un estado de bienestar casi perfecto ha detonado el impulso de los fabricantes y diseñadores a generar cada vez más productos que intenten suplir ese ideal de supremo confort, por tal razón nos quedaríamos cortos el atribuir la absurda oferta de productos con la que nos bombardean los medios y las empresas a la obsolescencia programada o su ideal capitalista, para ello debe haber un detonante y desgraciadamente ese detonante, somos nosotros mismos.

  1. 5. Referencias

Barbero, J. I. (1998). La cultura de consumo, el cuerpo y la educación física. Educación física y deporte.

Disponible en: http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/educacionfisicaydeporte/article/view/3387/3150

Galí, J. M. (2014). Consumicidio: Ensayo sobre el consumo (in) sostenible. OmniaBooks.

Disponible en: http://books.google.es/books?id=mBGTAgAAQBAJ&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false Extraído el: 04/Septiembre/2014.

Vargas, A., Vélez, M., Rodríguez, D., & Rojas, D. (2012). La muerte de los productos como posibilidad creativa. MasD.

Disponible en: http://masd.unbosque.edu.co/sites/default/files/pdf-11-la-muerte-de-los-productos-como-posibilidad-creativa_0.pdf

Niño, L. (2015). Obsolescencia programada como fenómeno cultural.
MasD, Revista Digital de Diseño. Vol. 9, Edición N.° 16 Ene. - Jun. 2015. 109