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Thonet, model number 04. Fotografía Art Comments

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Valorar el diseño

Appraise design.

David Jáuregui

djauregui@unbosque.edu.co, Universidad El Bosque

Comunicador social, Universidad Externado de Colombia con énfasis en temas de periodismo digital. Ganador del Premio Telefónica Etecom 2012, categoría Prensa Digital; Premio TAL (Televisión América Latina) categoría “Mejor producción interactiva” con el programa “En Órbita” de Señal Colombia. Publicación en el libro “Global Journalism Practice and New Media Performance” como colaborador del artículo “Colombia: An Ethnographic Study of Digital Journalistic Practices”.

 


Resumen

Para este número de MasD el comunicador David Jáuregui nos comparte su opinión sobre el valor agregado del diseño desde las experiencias del día a día, un llamado a entender la relación entre diseñadores y entorno social en la solución de los problemas del día a día.

Palabras clave. Diseño, comunicación, imagen, valor agregado, marca.

Abstract

For this number of MasD, journalist David Jáuregui shares his opinion on added value in design at everyday experiences, a call to a new understanding of the relationship between designers and its social context on the solution.

Keywords. Design, communication, image, added value, brand.

  1. 1. Situación hipotética

Entramos por casualidad a un local de herrajes para cocinas. En el letrero, además del nombre del almacén, se lee un texto que afirma que con sus productos se “optimiza el uso del espacio”. Algunos de los artículos que están a la venta son interesantes porque ofrecen un mejor manejo de espacio, y algunos detalles bien pensados - como la posibilidad de empujar la puerta de la despensa sin temor a que choque con violencia contra el marco - nos hacen pensar que hay que instalar algunos de estos inventos en nuestra cocina. Una joven explica el funcionamiento y, a continuación, nos dice el precio. Está bien. El artículo bien podría tener el costo que ofrece la vendedora. Nos agrada la idea.

Pedimos una tarjeta para volver con nuestro carpintero de confianza y con las medidas de la cocina para hacer las compras de sus artículos.

La tarjeta, como el diseño del interior del almacén, es una porquería. Es decir, tiene un diseño de porquería, sin ofender a nadie. No nos había importado antes porque rara vez encontramos este tipo de productos en lugares que invierten en el diseño de su almacén ¿O cuándo vimos una ferretería agradable a la vista?

De todas formas no vinimos a este mundo con el título de “jueces del buen gusto”, así que recibimos el trocito de cartón y lo guardamos para regresar tan pronto como sea posible para hacer la compra.

Más tarde, estamos en una panadería descansando. Mientras batimos el tinto recordamos que esa misma mañana pagamos muchísimo más por el mismo producto en un “Juan Valdez”. No le damos mucha importancia. Mientras lo batimos, notamos que la mesa se tambalea. Revisamos los soportes del mueble y notamos que hay un desnivel. Digamos que somos gente “quisquillosa”, y no soportamos el movimiento adelante y atrás de la mesa. Hace que derramemos pequeñas, pero valiosas, gotitas de café.

Resolvemos que necesitamos terminar pronto con esa situación, y examinamos entre nuestras pertenencias algo que pueda ayudar. Encontramos la tarjeta que recibimos en la mañana.

¡Es tan fea! Dios, no somos diseñadores, pero tampoco hay derecho: un diseñador practicante habría hecho algo muchísimo mejor y no habría sido costoso. “Y eso siendo tacaños”, pensamos.

Qué diablos. Usamos la tarjeta para arreglar el desnivel de la mesa y evitar el movimiento. La doblamos, primero por la mitad, luego por la mitad de la mitad y así hasta que hacemos una “cuña” gruesa y consistente. Nos decimos que vamos a recordar el nombre del almacén para buscarlo en internet y, de todas formas, volver para hacer la compra.

Más tarde, en casa, intentamos recordar cómo se llamaba el sitio de los herrajes y no logramos hacer memoria. Nos esforzamos. Maldita sea, juramos que lo vimos en esa tarjeta pero había tantas mini imágenes, letras de diferentes tipografías y colores discordantes que sencillamente no se nos quedó grabado en nuestro disco duro. Lo mismo pasó con el almacén y su letrero a la entrada.

Tal vez, si los dueños hubieran invertido en diseñadores recordaríamos el nombre gracias a un impecable uso del espacio, o de alguna forma se las habrían ingeniado para que en nuestra comodidad que no había y por supuesto nadie pensó a falta de un diseñador nos grabáramos la imagen empresarial del local. O tendríamos por lo menos la tarjetita con los precios de los productos, con la dirección de la página y los demás datos. Pero ya no tenemos la información. Se quedó bajo la mesa de la panadería y allí, también se quedó un cliente.

Para no perder el impulso, nos vamos al computador, hacemos una búsqueda y encontramos otros negocios que venden los mismos productos. Los portales de los negocios están cuidados, tienen catálogos bien organizados y la información es clara. Cada producto vale un poco más que en el almacén de la mañana, pero no prestamos mucha atención, porque no es mucho.

Consciente o inconscientemente, pensamos que si no son tacaños como para pagar profesionales en diseño que trabajen en su página de internet, en su imagen empresarial y en el interior de su negocio y en todo lo demás que contribuya un diseñador, así mismo deben tratar la mercancía y así mismo nos tratarán con seriedad, por ejemplo, a la hora de recibir reclamos por garantía. Y decidimos llamar a nuestro carpintero para darle los datos de este nuevo almacén para empezar a remodelar nuestra cocina.

Moraleja: La gente en Colombia no valora el diseño, así como no valora la comunicación, y los profesionales en comunicación, los arquitectos, los científicos sociales y muchas otras carreras que a los ojos de muchos “no son muy útiles”. Pero la verdad es que lo son, y generan valor agregado a los productos y a las compañías, las empresas y básicamente a todo. Hasta ahora se ha empezado a comprender la importancia de estas disciplinas en la vida diaria, y por eso, por ejemplo, ya vemos más restaurantes con una estética pensada, ventas de productos más llamativos y todo tipo de maravillas que le debemos a disciplinas poco valoradas como el diseño.

Los tiempos en que los diseñadores se limitaban a trabajar en oficinas para diseñar productos en grandes industrias si es que alguna vez esos tiempos existieron ya acabaron. Todo está mediado por el diseño y hay que valorarlo, o eso me parece a mí, que soy nada más que un comunicador.

Hay otro reto que las facultades de diseño deben asumir por estos días: que, como si se tratara de un virus endémico, los estudiantes, sus familias, sus amigos y sus conocidos comprendan, cada vez más, la importancia de valorar el diseño.


Recibido: 14-03-2015

Aprobado: 14-06-2015

Jauregui, D. (2015). Valorar el diseño. MasD, Revista Digital de Diseño.
Vol. 9, Edición N.° 16 Ene. - Jun. 2015. 127