Revista Colombiana de
Filosofía de la Ciencia, Vol. 18 Nº 37 (2018): 119-153
ISSN: 0124-4620 (papel) & 2463-1159 (electrónico)
Fecha de aceptación: 21/06/2018
Fecha de aprobación: 13/10/2018
https://doi.org/10.18270/rcfc.v18i37.2572
Styles of
reasoning, scientific practices and historical epistemology: A proposal to
articulate the history and philosophy of science
Julio Alejandro Castro Moreno[1]
Universidad
Pedagógica Nacional de Colombia
Bogotá,
Colombia
Resumen
Se analiza,
desde una perspectiva filosófica, hasta qué punto los estilos de razonamiento científico
(erc) propuestos por el filósofo
Ian Hacking son, en sus palabras, unas herramientas conceptuales relevantes
para historiadores y filósofos. En otros términos, se pondrá en cuestión si los
erc en sí mismos devienen un
recurso que permite integrar la historia con la filosofía de la ciencia. Esto
podría ser el caso si nos tomamos en serio la crítica que ha hecho el sociólogo
Martin Kusch a la perspectiva de erc,
al sostener que estos son un proyecto de epistemología histórica (eh), aunque la entiende desde una
visión teórica, que deja de lado, en gran medida, una reflexión sobre el papel
que desempeñan las prácticas científicas en la indagación epistemológica. Así,
se argumentará a favor de que los erc
sí son un recurso para articular la historia con la filosofía de la ciencia
(son la base de una eh), siempre
y cuando se comprendan como un conjunto de prácticas que se originan, se
atrincheran y se despliegan a lo largo de la historia de la empresa científica.
En consecuencia, la eh por la que
se aboga es una epistemología que toma al conocimiento práctico como uno de sus
pilares.
Palabras clave: conocimiento práctico; horizontes normativos; normas y valores
implícitos en prácticas; historicidad de la racionalidad y el conocimiento
científico
Abstract
It is analyzed, from a philosophical view, to what
extent the styles of scientific reasoning (ssr),
proposed by the philosopher Ian Hacking are, in his words, relevant conceptual
tools for historians and philosophers. In other words, it will be questioned whether
the ssr itself becomes a resource
that allows the integration of the history of science with the philosophy of
science. This could be the case if we take seriously the criticism that the
sociologist Martin Kusch has made of the ssr
perspective, arguing that these are a project of Historical Epistemology (he), although he understands it from a
theoretical perspective, which leaves aside, to a large extent, a reflection on
the role played by scientific practices in epistemological inquiry. In this
way, it will be argued in favor of the fact that the SSR are a resource to
articulate history with the philosophy of the sciences (they are the basis of
an he), as long as they are
understood as a set of practices that originates, entrenches and unfolds
throughout the history of the scientific enterprise. Consequently, the he that is defended here is an
epistemology that takes practical knowledge as one of its bases.
Keywords:
practical knowledge; normative horizons; norms and values implicit in practices;
historicity of scientific rationality and knowledge
El tema de las posibles articulaciones entre la
historia y la filosofía de la ciencia ha sido abordado por innumerables autores
y a partir diferentes perspectivas, tanto desde la orilla histórica como de la
filosófica. Una de esas perspectivas ha sido denominada epistemología histórica[2]
(en adelante eh) que, como
veremos, ha admitido muchas acepciones. En este trabajo se retoma la propuesta
hecha en Castro (2012) acerca de la eh
basada en la integración de los estilos de razonamiento científico y las prácticas científicas, e igualmente se introducen nuevos elementos de análisis. Se verá
que, a pesar de las posibles incompatibilidades entre estilos y prácticas, sus
características distintivas pueden verse, más bien, como complementarias. Por
ejemplo, los estilos dan cuenta de la historia de largo alcance, permiten
comprender mejor el cambio científico (ámbito diacrónico) y son propios de las
ciencias en su conjunto. Por su parte, las prácticas ponen de manifiesto una
historia de corta duración (se centran en el ámbito sincrónico de la ciencia),
ayudan a entender la corporeización de normas y conocimientos tácitos en
actividades concretas, y son propias de investigaciones científicas puntuales.
Así las cosas, en esta propuesta
epistemológica no solo se admite la historicidad del conocimiento y de la
racionalidad científicos, sino que se apuesta por entenderlos desde una
perspectiva del conocimiento práctico, en donde desempeña un papel medular el
conocimiento implícito en prácticas. En otras palabras, el proyecto
epistemológico que aquí se describe enfoca su atención en el conocimiento
científico no centrado en teorías, por lo que hace hincapié en la actividad
científica en sí misma. En las conclusiones, se explicita por qué la eh centrada en la integración de estilos
y prácticas es una propuesta filosófica interesante y prometedora para
emprender la tarea de interrelacionar la historia con la filosofía de la
ciencia.
Sin duda, la palabra estilo admite múltiples significados, incluso en los estudios
históricos, filosóficos y sociológicos de las ciencias. Es claro que este no es
el lugar para explorar esa diversidad de propuestas, pero sí es necesario
decir, así sea sucintamente, por qué el proyecto del filósofo Ian Hacking,
desarrollado por más de tres decenios[3],
es el más adecuado para sustentar la empresa que inicio en este artículo. Un
primer elemento que vale la pena poner de manifiesto es que Hacking basa su
propuesta en los estilos de pensamiento del historiador A. C. Crombie (Hacking
1982, 1985), y es desde este punto de vista que sostiene que los estilos son
una herramienta analítica para historiadores y filósofos, aunque se usen de
manera asimétrica, dependiendo de los intereses que cada uno tenga, o de las
investigaciones que se estén realizando. Así, como el mismo Hacking (1994,
2002) afirma, esta herramienta es una forma de contribuir a establecer
relaciones entre la historia y la filosofía de la ciencia, lo cual es
fundamental para el tema que estamos tratando.
Por otro lado, conviene hacer notar que la
propuesta de Hacking se inscribe en el quehacer
científico, y no tanto en el contenido
del conocimiento científico. Aunque él asegura no alejarse demasiado del
trabajo de Crombie, sí decide distanciarse de la nominación estilos de pensamiento
científico, para optar por estilos de razonamiento
científico (erc). Desde su
perspectiva, el pensar nos remite a algo que ocurre en la cabeza, que se
realiza de manera privada, mientras que el razonamiento es algo que se lleva a
cabo en público y que implica acción (Hacking 2002). Pero eso no es todo; en su
trabajo de 2009 (particularmente en el capítulo 3), el autor afirmó que entiende
el razonamiento como una interacción entre pensamiento y acción, por lo que decidió
llamar a sus estilos como “estilos científicos de pensar y hacer” o “estilos de
pensamiento y acción científicos” (styles
of scientific thinking & doing), nominación que ha mantenido en
trabajos posteriores, como el de 2012. Dado que tradicionalmente se conoce al
trabajo de Hacking como erc, en
este artículo mantendré ese nombre, teniendo siempre en mente que en el corazón
de los erc se halla la actividad
científica, que podemos entender, como se explicará más adelante, como
conocimiento práctico.
Un tercer aspecto que vale la pena resaltar de
los erc es que estos dan cuenta
de la historia de larga duración. A diferencia de Crombie, Hacking no asume que
los estilos necesariamente surjan unos de otros, desde un punto de vista
continuista, sino que él prefiere aludir a la discontinuidad[4],
ya que cada estilo tiene un origen y desarrollo autónomo con respecto a los
otros. Sin embargo, los erc se
pueden integrar de diferentes maneras, dependiendo de las investigaciones en
las que sean relevantes, y no debemos confundirlos con las ciencias o las
disciplinas porque son parte estructural de la ciencia como un todo. Asimismo,
desde la óptica de Hacking, es importante señalar que los erc, en su devenir histórico,
introducen o traen a la existencia, entre otras cosas, objetos de investigación
y métodos de razonamiento nuevos.
Traigo a colación el último aspecto de los erc que me interesa explicitar acá, y en
el que Hacking ha insistido a lo largo de su obra[5]: en su propuesta sobre
estilos él prefiere hablar de razonamiento
en lugar de razón, y de veracidad en
vez de verdad. Esto es relevante, ya que el autor defiende el hecho de que
tanto el razonamiento como la veracidad tienen una historia, mientras que la
razón y la verdad, como él las entiende, carecen de ella. Con respecto a la
veracidad (que consiste en decir la verdad sobre algo y es fundamental en la
introducción de un nuevo estilo), Hacking retoma de Bernard Williams una serie
de esquemas que me permito reproducir[6]:
(*) Un cambio de concepción de eso que es decir
la verdad sobre X[7].
(**) Ese cambio significativo se produce en el
siglo Y, y su icono es Z.
(***) Aquellos que actúan según el nuevo estilo no
son más racionales ni están mejor informados que sus predecesores. Aquellos que
se mantienen en la práctica tradicional no tienen ni las ideas confusas ni las
convicciones contrarias con respecto a las de sus sucesores. (Hacking 2006b 2, traducción mía)
De acuerdo con Hacking, estos esquemas se
adaptan perfectamente a su propuesta de estilos, en la medida en que permiten
mostrar cómo ellos se originan o cristalizan, y de qué modos se desarrollan
históricamente. Por ejemplo, en el estilo de laboratorio (Hacking 2009) podemos
hallar que: (*) este es la
introducción de una nueva manera de decir la verdad acerca de los objetos y las
estructuras en principio inaccesibles a la observación (como el vacío); (**) ese cambio significativo se
produjo a mediados del siglo xvii
y su icono es Robert Boyle (aunque Hacking ha insistido en que el verdadero icono
es un instrumento: la bomba de vacío); y (***)
aquellos que actúan según este nuevo estilo no son más racionales ni están
mejor informados que sus predecesores (Hacking 2006a 9). De esta manera, es evidente
que los estilos son históricos porque permiten dar cuenta de la genealogía o la
historia del razonamiento científico. Por otra parte, esos esquemas permiten
comprender la forma en que se expresa el cambio científico a partir de la
noción de estilos de razonamiento, un tema al que hemos de volver.
Como ya se mencionó, Hacking basó su propuesta
de erc en el trabajo de Crombie,
del cual podemos tomar la lista de seis estilos de pensamiento científico (Crombie
1994):
1.
El método de postulaciones y derivación de
consecuencias (el establecimiento de postulados simples) en matemáticas.
2.
La exploración y la medida experimental de
relaciones observables más complejas.
3.
La construcción hipotética de modelos
analógicos.
4.
La puesta en orden de lo diverso por la
comparación y la taxonomía.
5.
El análisis estadístico de regularidades
dentro de las poblaciones y el cálculo de probabilidades.
6.
La derivación histórica del desarrollo
genético.
No obstante, es importante hacer notar que
Hacking usó otras nominaciones para los estilos (más sintéticas) y añadió el
estilo de laboratorio a esta lista (Hacking 2006a), el cual concibe, grosso modo, como una síntesis entre los
estilos 2 y 3 (o, en ocasiones, como una cristalización del segundo estilo).
Los nombres cortos usados por Hacking para los estilos son: 1) matemático, 2)
experimental, 3) de la modelización hipotética, 4) taxonómico, 5) estadístico e
6) histórico-genético. En aras de la brevedad, en la siguiente tabla se
sintetizan los objetos y métodos que son propios de cada uno.
Estilo de razonamiento |
Método(s) |
Objeto(s) |
Matemático |
Prueba,
cálculo, diversas operaciones matemáticas |
Entidades
geométricas, números, símbolos |
Experimental |
Medición,
estandarización |
Instrumentos
de medición, parámetros de medida |
Modelización
hipotética |
Construcción
de modelos por medio de las matemáticas, la analogía, la simulación, etc. |
Objetos
hipotéticos (no observables), modelos, representaciones |
De laboratorio |
Construcción
de aparatos y creación de fenómenos, estandarización e intervención |
Fenómenos
en principio inexistentes en la naturaleza |
Estadístico |
Tabulación,
cálculo de probabilidades, construcción de histogramas, determinación de
frecuencias, etc. |
Poblaciones,
varianza, promedio, etc. |
Taxonómico |
Comparación
de diferencias y similitudes, clasificación |
Clases
“naturales” |
Histórico-genético |
Explicación,
causación* |
Entidades
históricas (que se transforman a través del tiempo) |
* Aunque Hacking no alude a la narración, es claro que este es un método importante en el estilo histórico.
Tabla 1. Métodos y objetos de los estilos de
razonamiento.
Fuente: adaptada de Castro (2012 40).
Es claro que con lo dicho hasta aquí no se
agota todo lo que se podría exponer del proyecto de erc. Sin embargo, en la discusión posterior se introducirán
nuevos elementos que permitirán ampliar el panorama. Por ahora, me interesa
enfatizar en un aspecto más: Hacking ha insistido en que su proyecto, a pesar
de estar basado en la historia, no es histórico, sino filosófico, y que no debería
entenderse como una perspectiva de eh.
En contraste, el sociólogo Martin Kusch ha planteado una serie de críticas a la
propuesta de erc y, según él, esta
sí debe asumirse como eh. Veamos.
De acuerdo con Kusch (2008, 2010), el proyecto
de erc es a la vez histórico y
filosófico. Histórico, ya que pone de manifiesto la emergencia y el desarrollo
de los estilos. Filosófico, porque plantea importantes implicaciones para lo
que entendemos por razón, razonamiento, proposiciones y entidades científicas.
En la medida en que Hacking ha pretendido historizar esos aspectos de la
ciencia, Kusch sostiene que la nominación de eh
sería la mejor forma de describir el proyecto de erc.
Es posible comprender el porqué de dicha
denominación, cuando Hacking sostiene que uno de sus objetivos es demostrar que
la racionalidad no es algo caído del cielo, sino que debe entenderse como un
crecimiento histórico y cultural: “Las normas de la racionalidad han evolucionado”
(Hacking 2003 539). Pero, en todo caso, es claro que él está aludiendo a que las
formas en que razonamos científicamente (los diferentes estilos) han mutado a
lo largo del tiempo, y eso es algo que no debemos perder de vista, puesto que
servirá de base para lo que explicaremos posteriormente.
Con relación a las críticas de Kusch, es
importante decir que acá solo retomaré las que atañen al tema que estamos
tratando. Así las cosas, Kusch (2010) plantea que, si los estilos son
complementarios, debería haber afirmaciones (y objetos, explicaciones,
evidencias, etc.) que sean comunes a todos los estilos o a la mayoría de ellos,
pero si hay proposiciones que dependen de uno, y solo uno, de los estilos,
entonces esas afirmaciones conllevan incompatibilidad. La crítica es pertinente
puesto que Hacking también ha hecho hincapié en esta perspectiva lingüística de
los erc (como quedó patente en
los esquemas que reproduje párrafos atrás), pero lo que Kusch no parece
advertir es que Hacking ha entendido la compatibilidad de los estilos desde
otra orilla que, a mi modo de ver, es más interesante:
La
biología evolutiva es a la vez taxonómica e histórica. En ella se hacen
experimentos, incluso antes de la era del adn,
por ejemplo, con drosófilas. Utilizamos los métodos estadísticos en el análisis
de árboles filogenéticos … La ley de Hardy y Weinberg es un enunciado sujeto al
análisis matemático. Dentro de la mayoría de las investigaciones reales,
complejas y sofisticadas, utilizamos unos métodos de razonamiento muy variados.
Sería muy apropiado considerar el conjunto de esos métodos de razonamiento de
los seis estilos como una caja de herramientas para las ciencias (Hacking 2006b
8).
Aunque, más que herramientas, considero que los
erc son un repertorio de estrategias generales y sistemáticas para llevar a cabo
la actividad científica, es decir que ellos son parte inherente de la
ciencia, pues permiten alinear e integrar prácticas, recursos materiales (y
cognitivos), normas y finalidades, entre otros aspectos. En suma, la idea de erc centrada en los métodos de
indagación científica es más rica que la perspectiva que los asume como algo
que historiza el contenido de categorías epistemológicas, o que se enfoca en
entender lo que asumimos por “decir la verdad sobre algo”. Más que lingüísticos
o semánticos, los erc son
normativos, pues dan cuenta de cómo razonamos científicamente, lo que implica,
como ya expusimos, el pensamiento y la acción (en donde conviene hacer énfasis
en el quehacer).
Volvamos a
los reparos que Kusch plantea a los erc,
particularmente al que él ha denominado como el desiderátum de la microhistoria.
En este punto, Kusch (2008) afirma que no deberíamos olvidar las lecciones de
la microhistoria, dentro de las cuales menciona: 1) el hecho de que los eventos
históricos han de ser explicados causalmente, 2) esos eventos no deben ser
divididos artificialmente en factores internos/intelectuales y
externos/sociales, y 3) las series de eventos homogéneos no deben ser tratadas
como cuasi-organismos. Este último punto es, de acuerdo con Kusch, violado
explícitamente por Hacking, al afirmar que los estilos de razonamiento son
entidades que “maduran”, “marchan”, “llegan a ser autónomas” e “independientes
de su propia historia”. En este sentido, es interesante notar que Hacking les
concede importancia a los aspectos sociales solo en el origen de los estilos,
pero una vez que estos se estabilizan, tienden a hacerse indiferentes con
respecto a las condiciones sociales o, dicho en otros términos, devienen inmunes
a la historia.
A pesar de esas falencias de la perspectiva de
erc, según Kusch, él sostiene que
un proyecto de eh es aquel que
asume que los conceptos epistémicos (en particular el concepto de razonamiento)
tienen una historia, y que una tarea fundamental de la epistemología es
reflexionar en torno a las consecuencias de dicha historicidad. Dice Kusch:
El
análisis de Hacking historiza la razón, historiza lo que cuenta como una
proposición científica e historiza lo que es aceptado como una entidad
científica. En lo que a mí respecta, éstas son razones suficientes para
referirme a su teoría de estilos de razonamiento como “la epistemología
histórica de Hacking” (2010 159).
Esto, planteado así, no parece sonar
incompatible con lo que el mismo Hacking ha dicho de su propuesta de estilos:
Mi
observación fundamental es que el razonamiento, la indagación y las técnicas de
descubrimiento tienen una historia. Ésta no solamente es la historia de hechos
descubiertos, teorías propuestas y técnicas inventadas. No sólo hemos aprendido
una sorprendente cantidad de cosas acerca del mundo y cómo transformarlo:
también hemos tenido que aprender cómo descubrir (2009 3).
No obstante, si leemos detenidamente las dos
citas que acabo de transcribir, es claro que no están hablando de lo mismo.
Mientras que Kusch está aludiendo a conceptos epistemológicos, Hacking se está
refiriendo a la práctica científica, y esta es una diferencia fundamental pues,
para Kusch, lo que parece importar en la indagación epistemológica es el
conocimiento teórico, en contraste con lo expresado por Hacking, quien defiende
que el conocimiento (y la racionalidad) sea entendido en estrecha relación con
el quehacer científico. Una epistemología que tome como objeto de sus pesquisas
el conocimiento teórico es una que acá no es tan relevante, como sí lo es una
epistemología que se centre en el conocimiento científico como conocimiento
práctico.
Aunque coincido con Kusch en que la propuesta
de erc parece hacer parte de un
proyecto de eh, no basta con lo
que ha planteado Hacking; es necesario complementar su propuesta con una que
abogue por la historicidad (y otras cualidades) de las prácticas científicas. Si entendemos la racionalidad como lo hace
Hacking, y si asumimos el conocimiento científico también como el despliegue de
una serie de capacidades que permiten realizar actividades científicas de
manera correcta, entonces el proyecto de eh
que aquí se plantea toma una ruta diferente a la trazada por Kusch. Insisto, el
trabajo de Hacking, aunque a veces no enfatice en ello, deja abiertas muchas
puertas para explorar la historicidad de la acción científica. Por ejemplo, en
su último trabajo publicado sobre erc,
sostiene que su propuesta es ante todo ecológica:
¿Por
qué es ecológica? Porque una creatura con nuestros cuerpos, incluyendo nuestras
manos y cerebros, ha descubierto cómo usarlos para interactuar con el mundo en
el que se halla. Esas capacidades podrían haber sido adaptadas para muchos
otros “propósitos”. Es muy poco probable que todos nuestros modos de descubrir
hayan sido seleccionados por tener un valor en la supervivencia (Hacking 2012
600).
Sin
embargo, es igualmente conveniente recalcar que Hacking ha reiterado que su
proyecto (que pretende relacionar la historia con la filosofía de la ciencia)
pone el acento en el ámbito filosófico:
El proyecto de estilos usa el pasado como una
forma de entender el presente. Aunque ha sugerido la investigación histórica a
otros, y se basa en muchos más datos históricos de los que cita, en sí misma no
agrega ningún contenido nuevo a la historia de la ciencia (Hacking 2012 600).
De cualquier modo, el proyecto de Hacking es
histórico-filosófico, y es en ese sentido que se constituye en una base para
elaborar una propuesta de eh. Aunque
para poder lograr ese cometido se requiere considerar aspectos que tienen que
ver con las prácticas científicas. A esos temas me dedicaré en el siguiente
apartado.
Es claro que los estilos de razonamiento
científico (erc) son, hasta cierto
punto, “caracterizables”, “definibles” e “individualizables” de modo que pueden
ser entendidos como elementos de un conjunto (que Hacking llama “caja de
herramientas” y yo denomino “repertorio de estrategias generales y sistemáticas
para hacer ciencia”). Por su parte, esta situación no es tan clara para las prácticas
científicas (pc), en especial
porque estas se han diversificado de un modo inconmensurable. En efecto, a
pesar de que no existen criterios específicos para diferenciar prácticas, esto
no quiere decir que estas no sean distinguibles. Por ejemplo, en comparación
con las especies biológicas, las pc
se pueden caracterizar en términos de linajes (o, en nuestro caso particular,
en relación con el desarrollo histórico de los erc). Así las cosas, en esta sección me dedicaré a describir
algunas cualidades relevantes de las pc,
en aras de comprenderlas en relación con los erc,
lo que nos llevará a comprenderlas como una base fundamental de la
epistemología histórica (eh).
La idea de fondo es que, si el conocimiento
científico también ha de entenderse
como conocimiento práctico, entonces es claro que las pc entran a hacer parte de la indagación epistemológica.
Pero, además, hay que tener en cuenta que una reflexión acerca de lo que
asumimos como conocimiento científico no se puede hacer sin dar cuenta de lo
que aceptamos como racionalidad científica (y la normatividad inherente a esta).
Estas dos nociones centrales de la epistemología (conocimiento y racionalidad)
se explican de un modo interesante y sugestivo desde algunas propuestas de pc, y esto es un sustento para decir
que estas son una base para desarrollar un proyecto de eh. No obstante, antes de entrar en esos temas, es necesario
que describamos de qué manera se conceptualiza en el marco de este trabajo una pc:
Una
práctica es un complejo de actividades (y, por lo tanto, de normas, reglas,
valores, estándares y tecnología) que tienen una estructura estable con la
capacidad de reproducirse (con variantes) a través de diferentes procesos de
aprendizaje. Las actividades que constituyen una práctica son de diverso tipo:
uno importante es lo que podemos caracterizar como razonamiento. El
razonamiento en su sentido más amplio es la habilidad (o capacidad) de hacer
inferencias. Éstas, sin embargo, tienen que estar reguladas por un contexto de
significado. Razonar es la habilidad de generar inferencias que están acotadas
por criterios que las relacionan con un todo en el que tienen significado. Las
prácticas tienden a integrarse en agendas de investigación (Martínez &
Huang 2015 92).
Pero eso no es todo: “Una práctica científica,
además, involucra y promueve normas y estándares epistémicos, tecnológicos y
éticos que son un aspecto importante de la manera en que la ciencia distribuye
cognitivamente el conocimiento” (Martínez & Huang 2015 94).
Asimismo,
Martínez (2008) expresa algunos recursos fundamentales para las pc:
1.
Capacidades humanas como, por ejemplo,
habilidades.
2.
Estructuras cognitivas, en especial las que
implican el aprendizaje de las prácticas y sus normas.
3.
Medios materiales que coadyuvan a la
integración de habilidades y estructuras cognitivas a través de procesos de
aprendizaje.
4.
Diferentes tipos de valores y normas que
cumplen un papel en la estabilización y en la integración de la práctica en un
contexto normativo más amplio.
5.
Los distintos fines de la práctica, los cuales
cumplen un rol importante en la expresión de la estructura normativa de la
práctica como un todo.
Sobra decir que esos recursos interactúan de
diversas maneras, se estabilizan y se transforman a través de procesos
históricos.
Bajo este panorama, es oportuno decir que los
aspectos que me interesa enfatizar de las pc
son: la cognición, la normatividad y la historicidad. Por ello, recurriré
principalmente a las perspectivas filosóficas de las prácticas científicas que
denomino “cognitivistas, normativistas e historicistas”, representadas
básicamente por las obras que han elaborado Marx Wartofsky, Joseph Rouse y Sergio
Martínez de manera independiente, propuestas a las que aludiré en distintos
momentos de este trabajo. Por ahora, me dispongo a abordar los aspectos de las pc que anuncié.
En primer lugar,
vale la pena resaltar la importancia del conocimiento práctico en la filosofía
de la ciencia, pues esto implica entender cómo las prácticas hacen parte de la
epistemología, y de qué maneras ellas dan cuenta de la racionalidad científica.
Podríamos caracterizar, así sea brevemente, la noción tradicional
acerca de qué es el conocimiento: es un conjunto de proposiciones verdaderas y
justificadas, que es poseído y almacenado por los individuos (específicamente
en sus mentes), y que se entiende fundamentalmente como explícito (normalmente
en teorías). De igual manera, la racionalidad que justifica qué cuenta como
conocimiento está centrada en normas algorítmicas. Como veremos, las propuestas
filosóficas sobre las pc en las
que me baso controvierten estos imaginarios acerca del conocimiento y la
racionalidad, y proponen otras maneras de entenderlos. Desde una epistemología
tradicional de la ciencia se ha asumido una contraposición entre conocimiento y
práctica, lo cual, a mi modo de ver, no tiene por qué ser el caso. Desde este
punto de vista, es factible pensar que todos los autores que se inscriben en
una propuesta práctica de la filosofía de la ciencia hacen frente a este tipo
de supuestos, pero esto no obligatoriamente es así.
El trabajo de Echeverría & Álvarez (2011)
me sirve de sustento para argumentar por qué el hecho de abogar por una
filosofía de las prácticas no necesariamente nos lleva a reconocer que estas
también nos ayudan a plantear problemas epistemológicos. En particular, dichos
autores centran su propuesta en lo que denominan un giro praxiológico en
los estudios de ciencia y tecnología. Según ellos, la filosofía de la ciencia
del siglo xx se centró en el
conocimiento científico (teorías, leyes, hipótesis, conceptos, observaciones,
hechos, datos) y estuvo marcada por una fuerte impronta epistemológica y
metodológica. Es desde esta óptica que se plantea un viraje (en este caso
praxiológico) hacia una nueva vía que poco o nada tendría que ver con la
epistemología, hecho que queda de manifiesto con la primera de las hipótesis
que estos autores formulan para cimentar su propuesta: “la filosofía de la ciencia tiene dos grandes temas de estudio: el conocimiento y la práctica científica” (Echeverría & Álvarez 2011 236; énfasis del
original).
Ahora bien, Echeverría y
Álvarez no son los únicos autores que se inscriben en una perspectiva de pc, y al mismo tiempo asumen una
separación entre conocimiento y práctica, debido a que entienden el
conocimiento en términos netamente teóricos y, por ende, consideran que las
prácticas no son asunto de la epistemología. Este es igualmente el caso de
Pickering, quien con su propuesta de “el rodillo de la práctica” pretende confrontar
la visión de la “ciencia-como-conocimiento”,
supuesto que es solidario con la famosa distinción entre contexto de
justificación y contexto de descubrimiento: “En términos de esta cruda
dicotomía, el contexto de descubrimiento es donde la práctica se despliega en
el tiempo, pero el contexto de justificación es en donde está el conocimiento”
(Pickering 1995 43).
Es claro,
entonces, que pretender hacer énfasis en las pc
no implica que ello se haga teniendo en mente que estas deban hacer parte
medular de la indagación epistemológica. Por el contrario, desde nuestra
perspectiva, las pc han de
asumirse sobre todo como instanciaciones del conocimiento y, además, de la
racionalidad en la ciencia.
Lo
anterior implica que se lleve a cabo la
… construcción de situaciones con cierta
estabilidad que permiten la generación, el mantenimiento y la diversificación
de prácticas … estabilidad que es relativa a un conjunto interrelacionado de
técnicas, conceptos, patrones de inferencia y explicación que permiten la
predicción o la manipulación confiable de objetos, conceptos y procesos en el
ámbito de esas prácticas (Martínez 2003 22).
A esto, Martínez añade que no hay más
conocimiento que aquel que es mediado por modelos, habilidades, instrumentos,
estándares y situaciones.
Es interesante notar que en el trabajo de
Rouse (1996) encontramos una propuesta semejante a la planteada por Martínez.
En particular, Rouse sostiene que para lograr que algo sea científicamente cognoscible se requiere una extensiva
transformación de los escenarios en los cuales están los objetos a ser
conocidos, transformación que involucra los materiales, los equipos y las prácticas
que posibilitan la manifestación y el control de dichos objetos. Vemos, de esta
manera, las interesantes relaciones entre práctica y conocimiento, que ya no
deben asumirse como disímiles. Es desde este punto de vista que Rouse llama
nuestra atención acerca de que no es oportuno afirmar que las prácticas
constituyen conocimiento por sí mismas, puesto que lo hacen solamente a través
de las maneras en que se coordinan con otras prácticas: de este modo, él
entiende el conocimiento como una serie de “alineamientos epistémicos” que,
desde luego, implican una situación en el
mundo.
Es decir que esos alineamientos están
estrechamente relacionados con la manera en que los agentes epistémicos se
posicionan en cierto ambiente e interactúan con él y dentro de él. Asimismo,
Rouse (1996) afirma que “la corporalización del conocimiento en alineamientos
epistémicos reconoce que el conocimiento está dinámicamente relacionado con
varios tipos de resistencia planteados por anomalías, inconsistencias,
desacuerdos e inadecuaciones de habilidades, técnicas y recursos” (194), por lo
que “Atribuciones de conocimiento son una caracterización de la situación en la
que los sujetos cognoscentes se hallan, y no tanto una descripción de algo que
ellos adquieren, poseen, representan o intercambian” (133).
Por su parte, Martínez & Huang (2011), en
aras de argüir por qué las prácticas científicas son indispensables para la epistemología, han planteado dos líneas de
argumentación: 1) porque las prácticas nos permiten entender adecuadamente la
naturaleza de la normatividad epistémica, y 2) porque ellas nos ofrecen una
mejor manera de moldear la racionalidad científica.
En fin, el meollo del asunto es que en una
filosofía centrada en las pc
están involucrados distintos tipos de normatividad. Como no cualquier acción es
tomada como correcta, sino que está normada socialmente, entonces no todos los
procedimientos son formas apropiadas de llevar a cabo determinadas acciones. La
normatividad es social porque es en un colectivo en el que tiene sentido hablar
de actuaciones apropiadas o no, pero esto no tiene por qué encaminarnos a
defender una postura relativista extrema, pues no todo vale como una forma
acertada de hacer las cosas. Continuando con el hecho de que las normas de las
prácticas no necesariamente son formalizaciones abstractas, cabría agregar que
la normatividad práctica generalmente no es explicitable, sino que en esta
cumple un papel fundamental el conocimiento tácito.
Un ejemplo que puede sernos de utilidad para
ilustrar este punto es el que Collins retoma de Polanyi acerca de cómo
realizamos la actividad de andar en bicicleta, en donde el conocimiento teórico
de la física que está implicado es complejo y contraintuitivo. Así, aunque
alguien pueda explicitar ese saber, ello no le garantizaría ser un (buen)
ciclista: “Nosotros aprendemos a andar en bicicleta, entonces, sin conocer cómo
lo hacemos, donde «conocer» es usado en el sentido de «ser hábil para formular
las reglas»” (Collins 108-109). Este asunto es reforzado por King, quien
asegura que para aprender a hacer ese tipo de actividad no es suficiente con el
saber qué explícito, sino que lo
fundamental es el saber cómo
implícito. No bastaría con leer un manual que contenga una serie de
instrucciones acerca de cómo transportarse adecuadamente en una bicicleta
(manual que podría ser inexistente), sino que se debe aprender a andar en
bicicleta andando en bicicleta. En cualquier caso, concluye King, el saber cómo no puede reducirse a un saber qué. Considero que no es difícil
extrapolar este ejemplo a situaciones que suceden en la empresa científica.
En tal sentido, el asunto que me interesa
subrayar es que las normas de las prácticas se han originado y atrincherado
históricamente, y que ahora son indisociables de los fines que esperamos
lograr, de los procedimientos que debemos seguir, y de los recursos materiales
a nuestra disposición (y que se requieren para llevar a cabo la práctica en
cuestión). Así pues, la tecnología que hace parte de una práctica no es solo
un conjunto de instrumentos que se usan de acuerdo con nuestros fines, sino que
esta interviene como un recurso material imprescindible.
En suma, las normas de una práctica no se
reducen a dar cuenta de la forma lógica en que se articulan evidencias y
teorías, sino que implican las capacidades cognitivas de los agentes y la
estructura del ambiente en el que estos se encuentran (y del que hacen parte).
En consecuencia, “Las aplicaciones apropiadas de las reglas del razonamiento
dependen de factores contextuales” (Huang 2008 50), lo que nos lleva a una
discusión sobre las reglas heurísticas.
Así, si pretendemos asumir las prácticas como
un tema de la indagación epistemológica, debemos hacer hincapié en el hecho de
que las prácticas tienen una dimensión
cognitiva, que está estrechamente relacionada con los aspectos normativos
de dichas prácticas. Una forma de comprender esto es a través de lo que
Martínez ha denominado como la estructura
heurística de las prácticas. Una heurística, nos dice Martínez (2003), es
un tipo de procedimiento que no nos posibilita prever los resultados con
exactitud, pero cuando falla lo hace de un modo que nos permite comprender en
qué radicó ese desatino. Una heurística, entonces, depende del contexto en el que
se aplica, ya que este tipo de regla no tendría el mismo éxito (o fracaso) en
diversos contextos o situaciones. Es desde esta perspectiva que la epistemología que
defiende Martínez toma las reglas heurísticas como uno de sus ejes, y aquí el
concepto de práctica es el que permite articular normas explícitas o implícitas
basadas en diferentes tipos de reglas heurísticas (Huang 2005). Por su parte,
las estructuras heurísticas dan pie a que la racionalidad científica se
despliegue contextualmente, de allí que esta no carezca de historia ni de
geografía.
A esto hay que añadir que, como lo expresa Wartofsky (1987), la
acción humana, o praxis, ha de entenderse en términos normativos, y la
normatividad ha de asumirse como los modos de juzgamiento más o menos tácitos,
tales como el asentimiento, la aprobación o desaprobación, el disfrute y la
insatisfacción, que están involucrados no solo en el ámbito científico, sino en
el técnico, el estético y el moral. Por ello, para Wartofsky la actividad
cognitiva no se reduce a “tener pensamientos”, sino que involucra sentimientos,
habilidades y competencias. Es oportuno ilustrar lo dicho hasta aquí sobre la
normatividad con una situación en el ámbito experimental:
La
reproducción de una técnica experimental en un laboratorio no es solamente la
realización de ciertas instrucciones o condiciones explícitas en un manual de
procedimientos, sino una situación conectada históricamente con la manera como
se ha estabilizado la realización de ese tipo de procedimientos o técnicas en
determinada área del conocimiento y/o en un espacio delimitado, con la forma
correcta de usar un conjunto de instrumentos, con los límites existentes en la
manipulación de condiciones materiales y la interpretación (novedosa pero
también apoyada en la historia de ese sistema experimental) que se le da al
conjunto de actos, tanto lingüísticos como materiales, que constituyen a la
práctica y a sus resultados (Martínez & Suárez 46).
Esta cita pone de manifiesto, entre otras cosas,
la importancia de la “cultura material” en las propuestas de pc. Aquí entiendo por cultura material todos los recursos físicos,
en especial tecnológicos, que son indispensables para poder realizar con éxito
las diferentes pc. Pero hay que
precisar que esta noción implica igualmente una discusión sobre la
normatividad. Martínez (2003) ha dicho que en la normatividad de las prácticas
están implicados los estándares y las normas. La distinción radica en que los primeros
se materializan principalmente en dispositivos tecnológicos, mientras que las segundas
toman cuerpo fundamentalmente en relaciones sociales específicas. Sin embargo,
dicha distinción, como lo sugiere el autor, no implica una separación tajante,
ya que estos dos aspectos de la normatividad se pueden entender como
estrechamente relacionadas, por ejemplo, a partir de una situación en la cual
se esté construyendo un artefacto o se esté ensamblando un montaje experimental
en donde sea necesario usar determinados artefactos o instrumentos.
De acuerdo con lo anterior, conviene precisar
que los instrumentos científicos no deben entenderse como entidades pasivas que
usamos (como si fueran simples utensilios o herramientas) en el quehacer
científico; debemos concebirlos de una manera más compleja. Como ya había
sostenido, podríamos reconocerlos como entidades en las que se materializa o corporeiza
cierto tipo de conocimiento científico, el cual tiene que ver con cómo operan y
cómo debemos usar esos instrumentos. Desde esta perspectiva, la instrumentación
científica, indisociable de las pc,
es también un tema de estudio de la epistemología de la ciencia.
Llegados a este punto, es importante puntualizar
los principales argumentos acerca de por qué las pc han de entenderse como objeto de indagación
epistemológica, haciendo énfasis en el conocimiento y las normas de
racionalidad:
·
Dado que las prácticas son patrones de actividad regulados por normas,
las cuales son principalmente contextuales (heurísticas), entonces el
conocimiento práctico nos permite comprender que la racionalidad científica no
ha de reducirse a normas algorítmicas.
·
Los únicos “productos” de la ciencia no son las teorías; también lo son
las sustancias, los artefactos y los protocolos, etc., propios de las prácticas
científicas.
·
Todos estos puntos no tienen por qué llevarnos a establecer una
jerarquía entre teoría y práctica, pues son dos ámbitos complementarios de la
actividad científica, aunque en ocasiones se desarrollen autónomamente: así como no es ambiguo hablar de una teoría de las prácticas, tampoco
es incoherente entender la teorización como un tipo específico de práctica
científica.
Hay un último aspecto
de las prácticas que es crucial para el tema que nos ocupa, al que le dedicaré
la parte final de esta sección. Se trata de la dimensión histórica de las pc.
En
palabras de Rouse, si entendemos que el conocimiento es identificable con
creencias justificadas y confiables, o con información descrita en términos
neuro-computacionales, entonces el conocimiento es un estado, no un proceso. Por el contrario, continúa este autor, el
conocimiento debe entenderse, más bien, desde una dimensión temporal y
dinámica, aspectos que son completamente coherentes con la idea de la
historicidad de las pc, en la
medida en que las prácticas “siempre incluyen un futuro horizontal como también
una historia y un presente extendido” (135-137). Es en este sentido que Rouse
enfatiza que la reconstrucción narrativa
de la ciencia también es crucial para comprender la unidad y coherencia del
conocimiento científico, dada su dispersión geográfica, lingüística y social.
Rouse, asimismo,
hace hincapié en que su alusión a la estructura narrativa de las prácticas no
se reduce a la forma en que los resultados de una investigación son escritos,
sino que su interés está centrado en
… los
modos en los que tanto las prácticas de investigación como los conocimientos
que resultan de ellas adquieren su inteligibilidad y significancia a partir de
ser situados dentro de narrativas [y, además] la narrativa no debería ser
pensada como un esquema impuesto por una no-narrativizada secuencia de eventos
[sino que la inteligibilidad de la acción depende de su pertenencia a un campo
de narrativas posibles] (Rouse 160).
Así, el hecho de que alguien pueda contar una
historia implica que ese alguien haga parte de los cursos de acción que se
despliegan en el espacio y en el tiempo, por lo que poder narrar una práctica
conlleva actuar o participar en ella: “la acción debe ser teleológica,
holística, mediada instrumentalmente y socialmente regulada. Pero esas
características de la acción son ineludiblemente temporales” (Rouse 162).
Si nos tomamos en serio lo que hemos planteado
en este apartado, no es difícil concluir que las pc no deben estar excluidas del estudio de la epistemología,
y que si, además, el conocimiento que ellas corporeizan está situado
contextualmente y es histórico, entonces la epistemología ha de ser
ineludiblemente histórica:
El
conocimiento no tiene por qué entenderse como un resultado final, como un
conjunto de creencias justificadas y verdaderas, por ejemplo; hay que
entenderlo como una compleja estructura jerárquica que abarca todos esos
recursos cognitivos implícitos en las prácticas científicas que nos ayudan a
decidir cómo plantearnos los problemas y qué debemos hacer para resolverlos
“con un ojo en el todo” … La epistemología tiene que abarcar el problema de
caracterizar el conocimiento relevante
o significativo desde las diferentes
perspectivas que surgen del reconocimiento de que la experiencia humana tiene
una compleja estructura cualitativa que se manifiesta, sobre todo, en la
estructura de sus prácticas y tradiciones … esta relevancia toma cuerpo, o se
“corporeiza”, en la jerarquía de las normas implícitas en las diferentes
prácticas cognitivas que guían nuestros juicios. De esta manera, la
epistemología de una experiencia cualitativa es a la vez una epistemología con
historia y con geografía (Martínez 2005 271; énfasis del original).
Hasta ahora hemos argumentado por qué los erc y las pc, por separado, se constituyen en recursos fundamentales
para elaborar un proyecto de eh.
En el siguiente apartado abordaremos cómo se pueden integrar esas dos
perspectivas histórico-filosóficas en aras de llevar a buen puerto esa empresa.
Como se ha dicho en diferentes lugares,
históricamente se ha entendido la epistemología histórica (eh) de manera abigarrada, y dar cuenta
de todas las formas en que se ha hecho la eh
(o se podría hacer) desborda los alcances de un trabajo como el presente. Por ello
aquí me enfocaré a explicitar cuál es mi propuesta al respecto, sin que ello impida
que en ocasiones aluda a otras propuestas homónimas.
De acuerdo con Becerra, citando a Feest y
Sturm, la eh contemporánea puede
ordenarse según la siguiente tipología:
1.
Historias de conceptos epistémicos de alto
nivel, como los de objetividad, observación, probabilidad, etc. (por ejemplo,
los estudios de Daston).
2.
Historias de objetos epistémicos, de las
trayectorias históricas de objetos científicos particulares, como el electrón,
el adn, el flogisto, etc. (como
los estudios de Rheinberger).
3.
Dinámicas de desarrollos científicos de la
larga duración, como las transformaciones de los sistemas de conocimiento
físico (tal como los estudios de Renn).
Como podemos apreciar, ninguna de esas perspectivas
de eh explicita el papel de las
prácticas científicas (pc), y solo
la tercera tiene cierto parecido con la propuesta de los estilos de
razonamiento científico (erc). En
consonancia con lo que sostuve en el primer apartado, y retomando a Kusch, el
trabajo de Hacking sobre estilos podría entenderse como un proyecto de eh, pero hemos visto que este no es el
caso. La idea de Kusch es más cercana a lo que plantea Lorraine Daston sobre su
propia obra. Para ella, la eh
[Es]
la historia de las categorías que
estructuran nuestro pensamiento,
modelan nuestros argumentos y pruebas, y certifican nuestros estándares de
explicación. La epistemología histórica puede (y debe) ser instanciada por la historia de las ideas, pero esto plantea
un tipo diferente de cuestión: … no el juzgamiento histórico acerca de si ésta
o aquella disciplina ha alcanzado la objetividad, y si es así cuándo y cómo,
sino más bien una investigación histórica sobre los múltiples significados y manifestaciones
científicas de la objetividad (282-283; énfasis fuera de texto).
Salta a la vista que el interés de Daston está
centrado en la historicidad de categorías epistemológicas; ¡justo el punto que
resalta Kusch! Desde esta perspectiva, Hacking (2002) afirma que Daston no hace
epistemología, ya que ella no propone, defiende o refuta teorías del
conocimiento, sino que estudia conceptos
epistemológicos como objetos que evolucionan y mutan, por lo que Hacking
preferiría llamar a este proyecto como “meta-epistemología histórica”. Es claro
que Hacking prefiere desligar su trabajo de cualquier similitud con la eh. Pero, desde mi punto de vista,
también lo es que este sí puede ser una base sólida para emprender un proyecto
de esa naturaleza, como se argumentará en esta sección.
A pesar de la diversidad de propuestas en eh (la escuela francesa sería un
ejemplo digno de traer a colación, pero por falta de espacio no aludiré a ella
en este trabajo), me interesa resaltar aquellas que explícita o implícitamente
aluden a las pc o a los erc. Un ejemplo relevante es la propuesta
de Wartofsky, quien fue uno de los filósofos que en el contexto anglosajón
planteó la necesidad de sentar las bases de un proyecto de eh. Una de sus estrategias consistió en
reconocer las condiciones históricas que han llevado a una separación o una
incomunicación entre historia y filosofía de la ciencia. Por ello, él ha hecho
ver diferentes maneras de asumir las relaciones entre esas dos disciplinas. En
breve, el objeto de estudio de su propuesta epistemológica sería “… un modo
históricamente evolucionado de la acción cognitiva humana o praxis –y que, como tal, es esencialmente una actividad teleológica [y
normativa]” (Wartofsky 1977 120). Para este autor, en suma, la eh trasciende los postulados de la
epistemología tradicional, que él caracteriza fundamentalmente como ahistórica.
En consecuencia, desde su perspectiva,
…
la naturaleza del conocimiento científico no es simplemente teórica, ni
simplemente una síntesis de la teoría y de la observación empírica, sino más
bien una compleja interacción de los componentes teóricos, experimentales,
tecnológicos, socioeconómicos e ideológicos. Y así como en cada uno de estos componentes hay cambio histórico (desigual y
diversificado), tanto en la forma y en el contenido de estas diversas
prácticas, así también la compleja resultante que constituye el conocimiento
científico y la praxis científica es
históricamente cambiante … En breve, el enfoque que se sugiere aquí es el de
una epistemología histórica de la ciencia,
que es histórica tanto acerca de la naturaleza y crecimiento del conocimiento
científico, como también acerca de sí
misma (1976 240-241; cursivas del original).
A pesar de la complejidad que implica la eh según Wartofsky, podemos apreciar
que él aún sugiere una distinción entre conocimiento y práctica (o praxis). Por
ello, es oportuno traer a colación otras propuestas epistemológicas que no
defiendan tal separación. Como hemos visto, un aspecto esencial de las pc es su normatividad; por lo tanto, un
proyecto de eh debe tomarse en
serio la idea de normatividad histórica,
en donde es relevante asumir a las normas de manera contextual y heterogénea
(epistémicas, estéticas, éticas, etc.). Una forma de adelantar esa empresa es
reconocer la historicidad de los estilos, de las prácticas que los corporeizan
y de las normas (implícitas y explícitas) inherentes a estas. Desde esta
perspectiva, no debemos perder de vista que buena parte de lo que llamamos
conocimiento científico está corporeizado en normas y artefactos científicos
que se han desarrollado a lo largo de la historia de la ciencia.
En este marco de referencia, es importante explorar
la idea de que la noción de erc
nos permite comprender cómo se originan, se articulan y se transforman diversas
pc (y sus normas), en especial
porque los estilos se pueden ver como “horizontes normativos” que se despliegan
a lo largo de vastos periodos de tiempo, y dado que las prácticas concretizan
esos horizontes en normas específicas, estas toman o “recapitulan” de los
estilos diversos recursos (normativos y de otra índole) que en ellos se han
atrincherado históricamente.
Dicho esto, es evidente que nos hemos
adentrado en la caracterización de las relaciones entre los erc y las pc, frente a lo cual cabe decir que estas nos permiten
entender que sincrónicamente el
conocimiento es colectivo (se distribuye socialmente), dependiente de normas y
eminentemente social, y que, a la vez, este saber tiene un desarrollo
histórico, o sea, que su carácter es diacrónico.
Sin duda, esas relaciones son complejas, pues los erc y las pc
apuntan a dar cuenta de diferentes aspectos de la empresa científica:
Es claro que una diferencia importante entre el
concepto de práctica y el de estilo tiene que ver con el tipo de estabilidad
que promueven. Una práctica promueve una estabilidad que usualmente se ve como
de corta duración, mientras que el concepto de estilo tiende a utilizarse para
estudiar un tipo de estabilidad en la ciencia que es de larga duración.
Asociada con esta distinción está otra, a saber, que mientras el número de
prácticas es indefinido y no hay nada importante en delimitar su número, los
estilos tienden a considerarse como relativamente limitados en número. Podemos
pensar que hay 6 o 30 estilos, pero la individuación de los estilos, y su
número relativamente reducido es parte importante del uso al que usualmente se
pone en filosofía de la ciencia (i.e.
es parte importante de su poder explicativo). Nos permiten decir algo general
respecto a la estructura de la ciencia que no se reduce a una continuidad
metodológica o teórica. Una práctica tiene una estructura normativa que integra
valores de diferente tipo, valores morales y epistémicos, así como normas y
estándares científico-técnicos propios de una práctica. Pero también es
importante reconocer que las prácticas involucran valores ligados con la
tecnología, y la tecnociencia en particular (Martínez & Huang 2011 56-57).
Con base en estas afirmaciones, es importante
que ponga en pocas palabras la propuesta que aquí defiendo. Dadas las
características de los erc y las pc en las que he enfatizado, y que
ahora me propongo interrelacionar, valga decir que como emergencia de esas
relaciones se configura una epistemología
histórica centrada en estilos y prácticas (ehcep). Una forma de ver esos vínculos es de la manera en que
los entiende Rouse:
El
concepto de estilos de razonamiento de Hacking no se refiere simplemente a
patrones de pensamiento, sin embargo, sino también, de manera más general, a
todo un rango de prácticas de clasificación dentro del cual esos patrones
podrían ser situados inteligiblemente. Así, prácticas de clasificación y conteo
son parte del estilo estadístico de razonamiento, mientras que un “estilo”
experimental presumiblemente incorpora el desarrollo de instrumentos,
laboratorios y procedimientos de controlar, monitorear y registrar el curso de
los experimentos. El punto de conectar la verdad-o-falsedad de las
proposiciones a los estilos de razonamiento es sugerir que, si esas
proposiciones dicen algo acerca del mundo, y lo que ellas producen al decir (ya
sea verdadero o falso), depende de cómo
estén conectadas con las cosas en el mundo por medio de los patrones de
razonamiento y de las prácticas dentro de las cuales esos patrones toman
sentido (Rouse 107; énfasis fuera de texto).
Con base en las afirmaciones de Rouse,
podríamos decir que la ciencia se caracteriza por distintos tipos de prácticas
y estilos que se alinean en el espacio y el tiempo alrededor de problemas
particulares. Como Hacking lo ha sugerido (2010), esas diferentes clases de
actividad (distintas prácticas) son realizadas por diversas “castas”:
matemáticos, experimentadores, teóricos, estadísticos, clasificadores, etc. Es
factible sostener, entonces, que cada estilo se distingue de otros por las
prácticas específicas que lo corporeizan para dar respuesta a determinados
tipos de problemas.
Sin embargo, por lo pronto vale la pena hacer
hincapié en que efectivamente hay diferencias entre decir que las prácticas corporeizan estilos y que estos emergen de aquellas. No me cabe duda de
que si nos remitimos a los orígenes de los estilos (tema en el que ha
enfatizado Hacking), es claro que estos surgen en condiciones espaciotemporales
particulares, pero, sobre todo, a partir de prácticas concretas. Pero esto no
se entendería cabalmente sin remitirnos al hecho de que los estilos son
“horizontes normativos”, los cuales son un repertorio de normas generales
(atrincheradas en una historia de larga duración) que se materializan, por
decirlo así, en la normatividad de prácticas que comparten “rasgos familiares”.
De este modo, si nos centramos en la dimensión
normativa de estilos y prácticas, no nos será difícil entender que hay normas
propias de una práctica que poseen similitudes con normas que provengan de
prácticas ancestrales. En consecuencia, es posible entender los estilos como
linajes de prácticas que comparten una estructura normativa, estructura que se
ha decantado históricamente como formas apropiadas de hacer las cosas: “Una
práctica es la concretización de un estilo de pensamiento y/o un estilo de
hacer que lleva aparejado criterios (normas implícitas o explícitas) acerca de
cuáles son las maneras correctas de hacer algo” (Martínez 2001 297).
En este momento podemos puntualizar los dos
grandes temas que son objeto de la ehcep:
el cambio científico y la racionalidad científica, que en
ocasiones pueden entenderse como el mismo problema, en la medida en que la ehcep se enfoca en cómo cambian
históricamente las normas de la racionalidad científica.
Desde esta perspectiva es factible afirmar que
al interior de los erc se crean
normas de racionalidad específicas (y propias de cada estilo), pues qué métodos
usar, qué instrumentos emplear (o fabricar y calibrar,) y cómo determinar la
verdad o falsedad de una proposición son criterios inherentes a un estilo y,
además, esas normas de racionalidad han evolucionado (Hacking 2003). Además,
esa evolución de normas se da en el contexto de lo que Hacking denomina la “genealogía
de los estilos”.
En este orden de ideas, y de acuerdo con
Martínez (2003), el problema de la racionalidad consiste en entender la
relación que existe entre la realidad sociopsicológica de los agentes humanos y
la generación, transformación y evaluación de normas (articuladas en prácticas)
dirigidas a la satisfacción de ciertos fines. Por lo tanto, la racionalidad
está situada en las normas propias de
las prácticas, normas que orientan la intervención humana en contextos
específicos y con miras a alcanzar determinados objetivos. En este sentido, y
siguiendo a Martínez, dicho problema implica sobre todo saber situarse en el mundo para tomar decisiones, por lo que la
racionalidad implícita en prácticas contradice el supuesto de que la
racionalidad en la ciencia sea exclusivamente algorítmica o instrumental. Como
lo apunta Martínez, los procedimientos heurísticos son dependientes de la
implementación material, mientras que los procedimientos algorítmicos son
independientes de ella. Así pues, como las heurísticas no se pueden desligar
del ambiente en el que funcionan, es posible decir que una racionalidad heurística
es a la vez una racionalidad
ecológica.
Muchas de esas normas, sin embargo, dependen
de la cultura material, ya que, por ejemplo, podemos percatarnos de que estamos
usando un instrumento erróneamente porque giramos una perilla más allá de lo
mecánicamente permitido, averiándola de esa manera: hay límites o restricciones
en el mundo. Por otro lado, algunas normas se atrincheran porque devienen
exitosas, pero otras son reemplazadas o modificadas, es decir que ellas toman
lugar en un proceso histórico. En pocas palabras, la idea de racionalidad con que
me comprometo en este trabajo es la de una racionalidad práctica[8],
heurística, ecológica e histórica y, por lo tanto, el problema de la
racionalidad que aquí nos interesa es dar cuenta de cómo esta se despliega en
la investigación científica a través de estilos y prácticas en el marco de un
proyecto de ehcep.
Como lo he sostenido en párrafos anteriores,
queda claro que los estilos hacen parte de la ciencia en su conjunto, mientras
que las prácticas tienen un carácter más específico, y, en alguna medida, esto
nos permite afirmar que los estilos se concretizan
o corporeizan en prácticas, al
interior de disciplinas o campos de investigación particulares. En este
sentido, es posible decir que los estilos se caracterizan por un conjunto de
prácticas que tienen cierto “parecido de familia”.
La idea de fondo es que los estilos, una vez
que se originan en contextos específicos, van permeando, por decirlo de algún modo, las diferentes ciencias o
disciplinas en las que pueden tener un rol, pero al entrar a hacer parte de
ellas lo hacen de una manera específica, es decir que adquieren la “forma” de
prácticas concretas que, en la mayoría de los casos, son propias del dominio
del que trate. Esta forma de ver las cosas es coherente con la idea de que los
estilos son una especie de “río” que se bifurca, y cada “efluente” llega a
formar parte de una disciplina específica, por lo que adquiere particularidades
que no tienen los otros efluentes. Esos efluentes, que yo identifico con las
prácticas, a veces se hacen más caudalosos, pero en ocasiones devienen pequeños
riachuelos.
Así, entonces, el cambio científico, entendido
desde estos puntos de vista, nos abre las puertas a análisis antes
insospechados: si asumimos dicho proceso en términos de estilos, y a estos los
comprendemos a partir de cómo se corporeizan en prácticas (al interior de
problemas de investigación específicos), vale la pena añadir que el cambio en la ciencia es, en buena medida,
una transformación histórica de las normas de racionalidad inherentes a las pc (y a los erc).
En relación con lo anterior, he tratado de
argumentar a favor de que los erc
son “horizontes normativos”. La idea de horizonte
es espacio-temporal: da cuenta de algo que está distante y que nos guía en
determinada dirección o, mejor, que nos orienta en una trayectoria dada, pero,
además, denota un trazo horizontal que nos ayuda a dar forma a las
investigaciones en curso. Lo normativo,
por su parte, hace alusión a que ese punto de referencia (ese horizonte) nos
encamina a seguir cierto tipo de normas, las que, por ser exitosas, se han
atrincherado históricamente como formas correctas de proceder. En este orden de
ideas, el horizonte normativo puede entenderse, igualmente, como una filogenia de normas que persisten en el
presente, a pesar de haberse originado en un pasado más o menos remoto. Pero
esa filogenia normativa de los estilos se concretiza o es recapitulada en la ontogenia normativa de las prácticas.
Como queda evidenciado, aludo a una idea que
en su momento fue importante en la biología, pero que ya fue reevaluada hace
tiempo. No obstante, esta puede servir de modelo (o de recurso heurístico) para
entender las relaciones entre estilos y prácticas, en especial en lo que atañe
a que la ontogenia de las prácticas
recapitula la filogenia de los estilos. Cabe señalar que tomo esta idea de
Galison, quien sostiene que:
La
introducción de la competencia, los encuentros [meetings], las investigaciones autónomas, la jerarquía y los
argumentos complementarios en un experimento general es muestra de la creación
de un nuevo tipo de actividad. Cada una de esas facetas de la vida científica,
que previamente ocurrían en la comunidad experimental en su conjunto, ahora
encuentran su lugar en un experimento individual. En biología, una venerable
doctrina es recogida en la famosa frase de Haeckel: “la ontogenia recapitula la
filogenia”; que muchos rasgos de la historia evolutiva de las especies son
repetidos en el crecimiento embriológico individual. En la historia de la
experimentación moderna, el experimento individual recapitula la dinámica de la
comunidad experimental en mayúsculas. Dentro
del desarrollo de un experimento de larga escala, hallamos el análogo interno
del proceso familiar previamente encontrado en la interacción entre experimentos. Ahora hay
competencia interna, conferencias internas, publicación interna, críticas
internas sobre el método, presuposiciones teóricas internas, y la construcción
interna de modelos (276; énfasis del original).
Vale la pena hacer notar que Lenoir, siguiendo
a Galison, asume ese tipo de recapitulación como sigue: “… en la historia de la
experimentación moderna, el experimento individual recapitula, en una escala
menor, la dinámica de la comunidad experimental, tal como ha evolucionado por
cerca de trescientos años” (57). Ciertamente, en estas citas se alude al ámbito
experimental de la ciencia, pero creo que esto se puede extrapolar a otros
dominios científicos (otros estilos y otras prácticas).
Una idea muy cercana a la que acabo de
plantear es la que recientemente ha propuesto Martínez (2012): la noción de linajes de prácticas. A pesar de que
este autor entiende esos linajes en el contexto de los paradigmas y lo que él
denomina “estilos cognitivos”, hay muchas similitudes con mis nociones de
horizontes normativos y recapitulación. Por ejemplo, Martínez arguye que las
prácticas compartidas, por poner un caso al interior de un paradigma, son el
resultado de que esas prácticas tienen una ascendencia (ancestry) común, la cual es importante porque permite que se
transmitan, como un todo, un conjunto de técnicas, estándares y normas, entre
otros aspectos[9], y
que estos sufran pequeños cambios al entrar a hacer parte de ámbitos
científicos diferentes a los que les dieron origen. Pero, por otro lado,
prácticas provenientes de diversos linajes convergen en disciplinas concretas y
cooperan, aunque no necesariamente estén orientadas por el mismo objetivo. Un
ejemplo que plantea Martínez, y que viene a cuento, es el de algunas prácticas
de la física que migraron a la naciente biología molecular a mediados del siglo
xx.
Articulando la idea de linajes de prácticas a
mi propuesta, podríamos decir que esta nos ayuda a dar cuenta de dos
situaciones complementarias: por una parte, prácticas que se “ramifican” del
mismo tronco común (linaje, o erc)
y entran a desempeñar un rol en distintos ámbitos científicos y, por la otra,
prácticas provenientes de diferentes linajes (erc)
se integran en el mismo campo disciplinar (véase
la figura 1). En mi lenguaje, la primera situación es la que estamos
discutiendo: en el contexto del desarrollo histórico de un estilo (entendido
como horizonte normativo), hay prácticas que recapitulan de allí aspectos
normativos y entran a participar en distintos tipos de investigación. Vemos así
una ramificación de prácticas que comparten un ancestro común y hacen parte del
mismo linaje (un estilo). La segunda situación, por otro lado, es la que atañe
a prácticas procedentes de distintos estilos (linajes), las que se conjugan en
el desarrollo de un mismo ámbito científico.
Figura 1. Representaciones gráficas de dos
formas de asumir las relaciones entre estilos y prácticas.
A. Los estilos como horizontes normativos de los que las prácticas recapitulan cierto
tipo de recursos. B. La integración de estilos como articulación de prácticas
en un mismo ámbito científico.
Fuente: Castro (2012 287).
En el
primer caso, lo que se pone de relieve es el avance de un estilo a través del
tiempo, mientras que en el segundo el acento está puesto en la integración de
estilos, en términos de articulación de prácticas. De cualquier modo, en ambos
escenarios se ilustran las relaciones entre los erc y las pc,
pues estas corporeizan o recapitulan a aquéllos. Podríamos denominar al primero
de esos escenarios la dimensión
diacrónica, y al segundo la dimensión
sincrónica de las relaciones entre estilos y prácticas (la ehcep).
En síntesis, las relaciones entre los erc y las pc no solamente son viables, sino que además devienen
fructíferas, pues constituyen el eje de un proyecto de eh que, a su vez, enfatiza la ciencia como actividad, al
conocimiento científico como conocimiento práctico, y al razonamiento científico
como un conjunto de normas (y estándares y valores) de carácter heurístico,
principalmente. Asimismo, la eh
que aquí se propone permite abordar de manera novedosa dos problemas histórico-filosóficos
relevantes: el cambio científico y la racionalidad científica. Desde esta
perspectiva, con el proyecto de ehcep
esbozado se pretenden articular de manera estrecha las complejas relaciones
entre historia y filosofía de la ciencia.
De manera sintética, es factible decir que la
propuesta de epistemología histórica centrada en estilos y prácticas (ehcep) descrita en este trabajo es una
forma de naturalizar la epistemología con base en lo que nos enseña la historia
de la ciencia. Sin duda, esta propuesta deviene en una manera de concretar las
relaciones entre historia y filosofía de la ciencia, con base en dos
perspectivas que tienen un carácter más filosófico (estilos de razonamiento
científico, erc, y prácticas
científicas, pc), pero que
claramente implican una dimensión histórica de lo que entendemos, por ejemplo,
por conocimiento y racionalidad científicos. A mi modo de ver, los vínculos
entre erc y pc son complejos y multidimensionales, y
nos proveen de un recurso heurístico, tal vez un estilo[10],
para llevar a cabo la indagación filosófica. En concatenación con ello, es de
resaltar que
… el único consenso importante es que la
filosofía de la ciencia tiene que hacerse desde y para la ciencia, y por lo
tanto, que los filósofos de la ciencia ya no pueden hacer filosofía de la ciencia
sin saber de ciencia y de su historia (Martínez & Huang 2015 192).
Grosso modo, la tesis de este artículo se puede expresar en los siguientes
términos: es plausible, novedoso y prometedor establecer un proyecto de
epistemología histórica centrado en las relaciones entre estilos de
razonamiento y prácticas científicas (ehcep).
Tal proyecto ha de emprender, como unas de sus tareas, la explicación de cómo
cambia históricamente el conocimiento científico, el cual no tiene por qué
entenderse solamente como
conocimiento teórico, sino principalmente
como conocimiento práctico[11]. A
su vez, un aspecto sumamente relevante de ese saber es la normatividad asociada
a él, que tiene, entre otras características, la de ser heurística y situada.
En consecuencia, hay que especificar que
existe otro problema filosófico relevante para la ehcep: el de la racionalidad científica, que, cómo vimos,
puede asumirse en estrecha relación con el problema del cambio científico, en
la medida en que es plausible entender que el cambio histórico en la ciencia
es, al menos en parte, una trasformación genealógica de las normas de
racionalidad.
Podría argumentarse en contra de la integración
entre erc y pc, la cual, como se expuso a
profundidad, es la columna vertebral del proyecto de eh que aquí se defiende. Los argumentos podrían argüir,
principalmente, que son incompatibles las dimensiones temporales y espaciales en
las que tienen sentido los estilos y las prácticas. Sin embargo, esa supuesta
incompatibilidad no es el caso, si nos tomamos en serio lo que han planteado
autores como Huang:
Sincrónicamente,
podemos examinar cómo la objetividad es construida por una geografía de razones
en la que, en algunas ocasiones, las normas locales [inherentes a prácticas]
pueden ofrecer a las acciones humanas criterios objetivos dentro de un
determinado contexto, y, en otras ocasiones, estas reglas locales pueden
transferirse apropiadamente a otro campo de aplicación. Desde un punto de vista
diacrónico también podemos examinar la dinámica de esta geografía de las
razones, esto es, averiguar cómo la objetividad se forma históricamente; por
ejemplo, cómo ciertos estilos de pensamiento y razonamiento se establecen, se
desarrollan y se modifican para acomodarse en diferentes situaciones (2008
55-56).
Es
interesante ver que en esta cita lo sincrónico se refiere a “la estructura” de
una geografía (de normas, razones, instrumentos, etc.) y lo diacrónico alude a
la “dinámica histórica” de esa geografía, es decir, cómo esta se transforma a
través del tiempo. Lo sincrónico se caracteriza mejor a partir de una propuesta
de pc, y lo diacrónico por medio
de los erc. Y es a partir de la
integración de estilos y prácticas que podemos transitar, filosóficamente hablando,
esas dimensiones de la empresa científica. Los erc, como horizontes normativos, marchan relativamente
autónomos a lo largo de grandes periodos de tiempo, pero se concretizan en
prácticas puntuales debido, entre otras cosas, a que ellas recapitulan normas y
otros recursos de los estilos. A su vez, los estilos entran en interacción con
otros, en investigaciones específicas, a partir de la articulación de las
prácticas que los corporeizan.
Llegados a
este punto, es importante preguntarnos cuáles son las implicaciones de los
vínculos entre erc y pc para la historia y la filosofía de
la ciencia. No me cabe duda de que esos vínculos, al devenir en la columna
vertebral de un proyecto de epistemología histórica (ehcep), son un recurso invaluable a la hora de establecer
conexiones entre esas dos disciplinas. Esto no es algo que solo se pueda
entender en el plano propositivo, es menester ejemplificar esas relaciones a
través de casos históricos, lo cual no emprenderé en este trabajo[12].
Es claro, asimismo, que el establecimiento de las relaciones entre historia y
filosofía de la ciencia no es una tarea fácil.
Alguien que intentó una empresa semejante fue Wartofsky
(1977), a través de lo que él denominó un “proyecto de epistemología histórica”.
Desde esa perspectiva, él planteó una pregunta que aún se nos antoja oportuna:
dado que nos referimos a la historia de
la ciencia y a la filosofía de la
ciencia, ¿estas disciplinas están relacionadas? La respuesta puede ser
vacua, dice este autor, en el sentido de que se supone que esas dos disciplinas
tienen por objeto de estudio a la misma
entidad, es decir a la ciencia, lo que implica que hay una relación a priori. Desde este punto de vista,
Wartofsky nos invita a reformular la pregunta de este modo: ¿de qué manera, no vacua, están relacionadas estas dos
disciplinas?, cuestionamiento que nos lleva a otro: ¿estudian, de hecho, el mismo objeto?[13]
Considero que la ehcep nos brinda una respuesta en la que esas relaciones se
asumen de manera no vacua, en la
medida en que los estilos y las prácticas dan cuenta de diferentes dimensiones
de la ciencia (espaciales y temporales, en particular), las cuales tienen diversos
puntos de encuentro, que hacen que lo que entendemos por “ciencia” ponga de
relieve la complejidad que ella implica.
Uno de
esos “puntos de encuentro” es lo que respecta, por ejemplo, a la normatividad
en la ciencia. De acuerdo con Guillaumin (2008), varios de los trabajos que han
pretendido naturalizar la filosofía de la ciencia a partir de la historia han
pasado por alto un aspecto medular: que la ciencia es una empresa altamente
regulada y normada, y que esa normatividad es histórica y tiende, con el
tiempo, a hacerse tácita. Para el tema que nos ocupa, esta aserción es
sumamente relevante, puesto que “… la dimensión normativa de la ciencia, que es
un rasgo filosófico fundamental, es a
la par un aspecto inherentemente histórico,
puesto que se constituye en el transcurso del tiempo” (Guillaumin 112; cursivas
del original). Cabe añadir, asimismo, que esta frase resume la propuesta de
Guillaumin, que él ha denominado “normativismo histórico”, el que, sin duda,
está estrechamente relacionado con la propuesta epistemológica planteada en
este artículo, en la medida en que es claro que la normatividad científica se
transforma a través del tiempo, lo cual podemos entender cabalmente a partir de
las enseñanzas de la historia de la ciencia.
Este tema nos lleva de vuelta a la segunda
pregunta que propuso Wartofsky y que no hemos abordado: ¿la historia de la
ciencia y la filosofía de la ciencia estudian, de hecho, el mismo objeto? Es posible afirmar que
estas disciplinas, al estudiar la ciencia, no enfatizan en los mismos aspectos:
sus investigaciones nos permiten comprender diferentes dimensiones de la
empresa científica. La filosofía se interesará, por ejemplo, por la
racionalidad, mientras que la historia pondrá el acento en el cambio
científico, por poner un caso. Como la ehcep
es un proyecto filosófico que se toma en serio la historia de la ciencia,
entonces no es sorprendente que asuma como una de sus indagaciones el tema de
cómo se transforman históricamente las normas de la racionalidad científica
asociadas a las formas de llevar a cabo la actividad científica.
En conclusión, la ehcep por la que se apuesta en este trabajo no pretende
abordar la dimensión histórica de la ciencia, por un lado, y la filosófica
(epistemológica) por el otro. Estas dimensiones son indisociables, y las
propuestas de erc y pc nos han enseñado que esto no puede
ser de otro modo. Así, los estilos y las prácticas en la ciencia nos permiten
emprender investigaciones histórico-filosóficas en las que lo que realmente
importa es que el conocimiento científico (teórico y práctico), en íntima
relación con la racionalidad científica, es una entidad histórica. Por lo
tanto, la epistemología histórica no puede descuidar la historicidad del
conocimiento científico, tal como lo hemos caracterizado.
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[1] Profesor e investigador del
Departamento de Biología de la Universidad Pedagógica Nacional (Colombia).
[2] En el ámbito francés es posible
hablar, sobre todo a partir de la obra de Georges Canguilhem, de una historia
epistemológica, la cual tiene estrechas relaciones con la epistemología histórica, identificada principalmente con el
trabajo de Gaston Bachelard. Al respecto, véase
Castro (2016).
[3] El primer trabajo que Hacking
publicó sobre estilos de razonamiento es su escrito de 1982.
[4] Aunque Hacking sí asume que los erc se acumulen en el sentido de que el
surgimiento de un estilo no implica la desaparición de otro(s). Los estilos son
compatibles y, en este sentido, no son como los paradigmas de Kuhn. Para una
comparación entre los erc y los
paradigmas kuhnianos, véase Hacking
(1985).
[5] En especial en los cursos que dio
en el Collège de France. Se puede acceder a los documentos de sus lecciones en:
https://www.college-de-france.fr/site/ian-hacking/course-2005-2006.htm
[6] Véase: Hacking (2009 cap. 1).
[7] Vale la pena decir que yo no me
centro en esta idea de estilo (que da cuenta de un cambio en decir la verdad
sobre algo), sino en cómo los erc
devienen nuevas, y exitosas, formas de hacer las cosas científicamente. Esto
quedará más claro a medida que avancemos en la argumentación.
[8] A este respecto se pronuncian
Martínez & Huang: “… la ciencia no
puede entenderse como meramente racionalidad teórica, el tipo de racionalidad
que se reduce a una lista de criterios que nos permiten escoger las teorías
mejor sustentadas empíricamente. Se requiere tomar en cuenta una racionalidad
más amplia, una racionalidad práctica
que en particular tiene que ver con la evaluación de nuestras acciones como
parte de patrones de conducta normados por prácticas” (2011 7; énfasis fuera
de texto).
[9] Como lo plantean Martínez y Huang
“Es en la participación en prácticas científicas donde se heredan estándares y
normas a través de los procesos de aprendizaje que transforman a los
participantes en expertos” (2015 88).
[10] De acuerdo con Becerra, la eh, basada en los erc de Hacking, deviene en un estilo
epistemológico para hacer filosofía. Desde mi punto de vista, la ehcep, que toma como uno de sus
fundamentos los erc, es un
proyecto filosófico que naturaliza la epistemología desde la historia de la
ciencia.
[11] Dice Kohler con respecto a que su enfoque se centra en la vida experimental: “Esto no quiere decir que la historia de las ideas carece de importancia, solamente que la historia de los aspectos humanos y materiales de la vida experimental puede ser igualmente productiva” (2). De manera general, comparto lo planteado aquí por este autor, con la salvedad de que yo no me centro únicamente en la vida experimental (estilo y prácticas de laboratorio), sino más ampliamente en las ciencias entendidas como actividad, como intervención en el mundo.
[12] En Castro (2012) se ilustra este
asunto de manera detallada a través del ejemplo del origen, desarrollo y
atrincheramiento de diversos trabajos sobre el problema de la herencia
biológica.
[13] En este sentido, llama la atención que Wartofsky (1976) haya planteado el problema de que la historia de la ciencia era no filosófica y la filosofía de la ciencia era ahistórica, lo que él entendía como dos síntomas de una misma enfermedad. La cura a dicha enfermedad, según él, debería marchar en dos sentidos complementarios: reconociendo las condiciones históricas de la separación de estas dos disciplinas y reconociendo la importancia de que cada una de ellas se acercarse a los discursos de la otra. Una vez que la historia se hiciera filosófica y la filosofía deviniera histórica, se instauraría la epistemología histórica como fruto de ese encuentro. Wartofsky afirma haber empezado a desarrollar ese proyecto al interior de su disciplina, la filosofía de la ciencia, pero aseguraba que estaba siendo programático y que lo propio debería hacerse desde la orilla de la historia de la ciencia.