Editorial


Autores

Eugenio Andrade

Santiago Arcila Rodríguez

Editorial

En el momento en que accedemos a la invitación de Uexküll (2016) de estudiar los mundos circundantes (Umwelt) de los animales y realizar una travesía por su interior, inevitablemente nos vemos arrastrados a entrar en un espacio en el que nuestra percepción, imaginación e inteligencia son llevadas al límite. La idea de que cada animal vive en una especie de burbuja perceptual que compone su campo de experiencia y que la burbuja de cada especie y de cada individuo varia en tanto se trata de cuerpos y órganos con capacidades muy distintas, nos instala de golpe en un plano en el que cada una de estas esferas ofrece un caudal de imágenes vivas tremendamente diversas.

Imaginaremos en torno a cada uno de los animales que habitan el prado una burbuja de jabón que representa su mundo circundante y contiene todos los signos accesibles al sujeto. Ni bien nosotros mismos ingresemos a una burbuja semejante, el entorno desplegado ante el sujeto se transmutará por completo. Muchas características del colorido prado desaparecen por completo, otras pierden su relación mutua, y se tejen nuevas conexiones. Un nuevo mundo surge en cada burbuja (Uexküll 2016 22).

Cada burbuja, en tanto campo circundante y vivido del animal, esta tejida por un sinnúmero de imágenes significativas que se producen en las interacciones del cuerpo del animal con su entorno. Estas imágenes, que pueden dividirse inicialmente en dos categorías, aquellas que corresponden a la parte de la burbuja que es el mundo perceptual del animal —conectado a los órganos perceptivos— y aquellas que pertenecen a la parte que es su mundo efectual o de acción —enlazado a sus órganos motores—, varían en sus tipos de textura en tanto olfativas, gustativas, visuales, sonoras, táctiles, térmicas, eléctricas, etc.; y también, en sus niveles y formas de articulación. Tal como señala Uexküll (2016), las imágenes perceptuales y las imágenes efectúales de estos mundos, tienen diferentes modos de composición y distintas tonalidades: “el cangrejo ermitaño requiere de un esquema espacial extremadamente simple como imagen perceptual. Cualquier objeto de cierto orden de magnitud con un contorno de cilíndrico a cónico puede cobrar significado para él” (102); en cambio, existen casos donde no se puede hablar de una imagen perceptual espacialmente articulada, como en el caso de la garrapata (Uexkull 2016). En el caso de la libélula, que

revolotea hacia una rama para posarse sobre ella, la rama no solo existe como imagen perceptual en su mundo, sino que también se destaca por su tono de sentarse, que la identifica entre todas las otras ramas (Uexküll 2016 106).

Los ejemplos se multiplican y con ellos, las maneras en que las imágenes adquieren forma y cobran sentido en cada mundo.

En este contexto, quisiera dirigir la atención al problema puntual de la realidad y del lugar de las imágenes en la experiencia y constitución biológica de los animales. La apuesta consiste, gracias a un gesto filosófico especulativo, en proponer que el estudio de este caudal de imágenes puede comenzar a nutrirse a través de un pensamiento capaz de avanzar en un plano en el que la teoría biológica de Uexküll sea puesta en dialogo, por un lado, con algunos desarrollos de la neurobiología y la biología evolutiva y ecológica del desarrollo y, por el otro, con la teoría de las imágenes cinematográficas de Deleuze y la teoría de la individuación de las imágenes de Simondon. Acá sigo a Despret en la constatación de que

para que la teoría del Umwelt mantenga sus promesas, sin duda hay que correrla de su lugar habitual. Sin duda, también, el hecho de que sus promesas puedan mantenerse no es ajeno al corrimiento que la aleje sabiamente de los científicos sometidos a las consignas del hacer científico y a los imperativos del instinto (2018 179).

Así como existe en el pensamiento biológico de Uexküll un núcleo de potencias estéticas que se actualizan en su concepción musical de la naturaleza2 y habilitan un campo de investigación científica de los comportamientos animales, donde estos aparecen como melodías en relaciones de punto y contrapunto en medio de una gran sinfonía de la naturaleza; existe otra actualización posible de esas potencias bajo la forma de una concepción cinematográfica de la naturaleza, encargada de estudiar el modo de existencia imaginal de los mundos circundantes de los animales.

Este articulo propone una introducción a dicha concepción como un campo de investigación que se ocupa de lo que denomino la textura imaginal de los mundos circundantes y su consistencia cinematográfica, en tanto envoltorios vitales tejidos por procesos de comunicación e información muy diversos al interior de ecosistemas de signos, afectos e imágenes en movimiento. Este campo de investigación, que ha recibido el nombre de etología cinematográfica, se reconoce como una zona metamórfica en la que las ciencias de la vida y las teorías de la imagen cinematográfica entran en relación, al punto de alcanzar un plano de indiscernibilidad3 que permite abrir formas de estudio heterogéneas de las imágenes como fenómenos constitutivos de los organismos y sus ecosistemas. Como se verá, se trata de repensar el estatuto biológico y ontológico de la imagen y de extraer pistas útiles para la comprensión de la expresión de la vida a partir de la experiencia del universo en tanto realidad meta-bio-cinematográfica.

En Materia y memoria de Henri Bergson (2010); en Imaginación e invención (2013) de Gilbert Simondon; y en los libros sobre el cine de Gilles Deleuze, Imagen-movimiento (2015) e Imagen-tiempo (2005); hay una idea transversal que consiste en abordar la existencia de las imágenes como independiente de cualquier centro de conciencia. Para estos filósofos, en un cierto sentido, las imágenes pueden ser pensadas como realidades puramente exteriores, que gozan de existencia plena más allá de los cerebros y las conciencias. De cierta forma, existe un realismo de las imágenes que se presenta como alternativa a los paradigmas de la representación, donde estas son reducidas a dobles, a copias de lo real o a epifenómenos cerebrales. Es en ese sentido que aquí se ha optado por el termino textura imaginal y no textura imaginaria, puesto que imaginaria remite a un tipo de experiencia representacional del mundo, mientras que imaginal señala un tipo de materia-flujo que sufre diversos procesos de modulación e individuación, constituyendo la carne y la experiencia sensible misma del mundo animal.

Desde este realismo se abre un espacio para aproximarse a la compresión de las imágenes en un vaivén entre onto-etología y experimentación científica en el campo de la ecología sensorial. Este es el vaivén que propongo, gracias a la caracterización sintética de algunas fases de individuación de lo que denomino la imagen-animal: 1) fase celular y pluricelular de la imagen y del lugar central del esquema sensorio-motriz como clave etológica en Uexküll; 2) fase de subjetividad zoológica a través de la comprensión del self animal como imagen de sí, en la relación entre la biología ecológica y evolutiva del desarrollo y la neurobiología de Damasio; y 3) fase de la imagen-animal en tanto imagen-viva en un universo metacinematográfico donde, siguiendo a Bergson (2010), la imagen es al mismo tiempo, materia, luz y movimiento.

La biología ha buscado desde sus comienzos un marco teórico e interpretativo, que permita dar cuenta del fenómeno de la vida, a un nivel general, y de los organismos a un nivel específico. Tradicionalmente, la generalidad de lo viviente ha preocupado a los filósofos, mientras que las especificidades han sido objeto de investigación empírica por parte de los biólogos. El problema fundamental ha sido compaginar los datos de la experiencia empírica con una visión de la vida que opera y se manifiesta de acuerdo con leyes, cuya naturaleza ha sido tema de debate constante entre biólogos y filósofos. Mientras que, por otra parte, se han validado discursos que reducen las explicaciones biológicas a genes que varían al azar y la selección natural, en menoscabo de la autonomía de los organismos. Perspectiva que a lo largo de gran parte de los siglos XIX y XX, ha mostrado ser insuficiente para explicar la dinámica plástica y compleja del mundo viviente, exuberante de procesos que se entrelazan de acuerdo con patrones cuyas regularidades Jacob von Uexküll explicó postulando una ley de coherencia y concatenación funcional entre las partes orgánicas constitutivas y el organismo, y, entre los organismos y sus medioambientes.

Uexküll, fue un zoólogo experimental que indagó sobre la fisiología de la percepción, los umbrales auditivos, los espectros de sensibilidad lumínica, los patrones de asimilación gustativa y olfativa, la codificación del espacio, los umbrales de temporalidad y movimiento, utilizando animales invertebrados y vertebrados. Su trabajo demuestra un profundo interés por entender las asociaciones interactivas entre los signos del entorno, el cuerpo orgánico incluyendo al sistema nervioso y las acciones implementadas que encajan las especies en su medioambiente.

Ahora bien, Uexküll como heredero de la tradición romántica, concibió la naturaleza como una totalidad sistémica, tal como lo expresa en el texto Biología teórica (Theoretische Biologie) de 1920, en el que propuso una visión holística del funcionamiento y estructuración de los seres vivos que actúan como miembros de una totalidad supra organísmica. Una de sus ideas más bellas y potentes consistió en argumentar que el plan corporal de los organismos opera como una interfaz entre el medio ambiente circundante y el mundo interno experimentado por el individuo, dando lugar a un círculo funcional donde las acciones ejecutadas por los animales moldean su mundo circundante, al tiempo que este, en tanto medio, provee las marcas portadoras de significado que orientan su conducta. Esta visión lo llevó a justificar un monismo en contra de la dualidad sustancial entre mente y cuerpo, proponiendo que lo viviente es cognición encarnada en la organización del cuerpo animal, puesto que lo que ellos conocen ha sido moldeado por su actividad.

En este sentido, propuso una perspectiva biológica del mundo en la que los seres vivos se conciben como totalidades inmersas en un medio ambiente perceptivo operacional, que metafóricamente compara con una burbuja de signos que conforman una unidad irreducible entre los organismos y sus hábitats, mutuamente determinados mediante la reciprocidad de los acoplamientos. Es así como para Uexküll el individuo y su entorno no son dos instancias separadas y preexistentes que entran en un segundo momento en relación, sino por el contrario, son la diada que resulta de las leyes del ensamblaje semiótico que los anteceden y que reposan inscritas en una especie de partitura de la naturaleza. En este sentido, construyó una imagen musical de la naturaleza en donde las interacciones entre los seres vivos obedecían la ley funcional de concatenación entre unos y otros: al modo de ritmos, contrapuntos y armonías sonoras en la que los mundos de los animales danzan a medida que tejen la trama de los ecosistemas, conformando así una verdadera sinfonía vital.

Además, Uexküll fue un zoólogo kantiano que no temió llevar sus hallazgos hasta las últimas consecuencias epistemológicas y ontológicas, al formular una distinción entre los mundos que habitan y experimentan los organismos, cargados de significado, y el mundo físico externo que está más allá de la percepción sensible, sin significado aparente, aunque posibilita y condiciona al primero. En este sentido, la biología promueve una visión integral en la que los numerosos mundos subjetivos de los animales se articulan en una ley de correspondencia funcional y armónica, no reducible a las leyes postuladas por la física de su tiempo, que pretenden explicar la unidad del cosmos mediante el recurso a series causales de tipo mecánico. Actualmente, Uexküll es reconocido como padre de la biosemiótica y uno de los precursores de la teoría general de sistemas y de la neurobiología. Igualmente, contribuyó al desarrollo de la ecología al describir la unidad entre los organismos y su medioambiente, anticipando la noción de nicho. Su papel precursor de la etología puede detectarse en la influencia que ejerció sobre Konrad Lorenz y Niko Tinbergen.

Por otra parte, más allá de las llamadas ciencias de la vida, su influencia se ha hecho sentir en la teoría de los medios de comunicación y las discusiones sobre la relación entre cultura y tecnología, como es el caso de los trabajos de Jussi Paarika y su reinterpretación del mundo circundante. Destacan también las apuestas por pensar el “habitar” y el concepto de mundo que van desde Martin Heidegger y Maurice Merleau Ponty, hasta Peter Sloterdjik; las preguntas sobre las dimensiones estéticas de la naturaleza y el lugar central de la etología como modo privilegiado para entender el comportamiento de afectos, fuerzas y cuerpos de naturalezas muy distintas, como en el caso de Gilles Deleuze y Félix Guattari; o las apuestas por reinterpretar el espacio terrestre, la ecología y las máquinas en el pensamiento de Bruno Latour o Yuk Hui.

Dado que en nuestro medio académico la obra biológica y filosófica de Uexküll es prácticamente desconocida, la RCFC ha querido lanzar un número especial que presente parte de su ideario a una comunidad académica más amplia, visibilizando a algunos de los autores latinoamericanos que han trabajado al autor. El presente número lo dividimos en dos partes íntimamente relacionadas. En la primera recopi lamos los artículos referidos a su pensamiento filosófico y biológico (zoosemíotico), y en la segunda, los que tratan interpretaciones y desarrollos de sus propuestas en campos interdisciplinares.

En la primera parte comenzamos con el artículo de (1) Elaine Cristina Borges de Souza y Arthur Araujo, quienes discuten la continuidad entre la epistemología kantiana, la teoría biológica y la teoría del Umwelt de Uexküll. Esta última, sustentada por el estudio anatómico fisiológico de la organización sensorial y corporal de los animales, que los incluye con toda propiedad como sujetos de conocimiento. En esta misma línea de pensamiento, continuamos con el trabajo de (2) Juan Alberto Bastard Rico, quien explica cómo el cambio del concepto de Milieu (entorno circundante) al de Umwelt (medio ambiente experimentado) es consecuencia de la crítica Uexkülliana al mecanicismo en biología, lo que conduce a presentar los organismos como sujetos. Continuamos con el artículo de (3) Maximiliano Sebastián Beckel, que describe la importancia de la obra de Uexküll para entender los cambios conceptuales y epistemológicos que tuvieron lugar en la filosofía de la biología, en las primeras décadas del siglo XX. Cambios que, por demás, fueron determinantes para desarrollar las críticas al vitalismo y al mecanicismo, y que desencadenaron el

surgimiento de la biología estructural.

El artículo de (4) Juan Martín Nigri discute el papel del monstruo en la naturaleza. El autor muestra cómo la noción de armonía de Uexküll se vio afectada por las investigaciones del proceso embriológico, desarrolladas por su contemporáneo Hans Spemann, que pusieron en evidencia la posibilidad de producir monstruos en laboratorio, justificando aparentemente una visón azarosa y mecanicista. Se contextualiza este debate, así como el esfuerzo de Uexküll por dar cuenta de esta anomalía que atentaba contra su esquema teórico. El artículo de (5) Camilo José Medina Ramírez presenta una introducción a la zoosemiótica para principiantes, en el que argumenta la insuficiencia del neodarwinismo para entender la comunicación animal. Repasa el trayecto que va del concepto de Umwelt, a la zoosemiótica del siglo XXI, para proponer una interpretación novedosa de la evolución. Para terminar esta parte, el escrito de la investigadora (6) Dayhana Quintero Silva discute la naturalidad de una evolución sin selección, apoyada en una interpretación del comportamiento del pulpo del coco (Amphioctopus marginatus) bajo la lupa de los círculos funcionales. La autora pone de relieve, en estos organismos, el uso de herramientas desde la experiencia, el juego, la exploración y la innovación.

En la segunda parte, comenzamos con la contribución de (7) Sergio Rodríguez Gómez sobre organización, experiencia y adaptación, en la que presenta los tres tipos de conexiones biosemióticas que se dan entre el pensamiento de von Uexküll y la biología enactiva de Maturana y Varela. Estos son: (a) el ciclo funcional y la autopoiesis, (b) el Umwelt o mundo-entorno y el mundo enactivo, y (c) el contrapunto musical con el acoplamiento estructural.

Continuamos con el artículo de (8) Roberto Marchesini sobre animales, etología y filosofía, donde el autor sugiere claves para entender las relaciones entre subjetividad y consciencia en los animales y las implicaciones que esto conlleva para la etología y la filosofía. El texto discute la diferencia entre consciencia y subjetividad, para resaltar que la animalidad se caracteriza por la capacidad de los seres de sumergirse en situaciones sorprendentes e inesperadas, mediante la utilización del cuerpo como herramienta para relacionarse e hibridarse con el mundo en un intento persistente de superarse a sí mismos mediante el deseo.

En el tercer artículo, sobre etología, cacería y escape, (9) Juan Cortés y Diego Moreno Mancipe discuten las implicaciones que se siguen de la utilización de trampas digitalizadas, basadas en algoritmos de inteligencia artificial (IA) con capacidad de aprender y detectar regularidades en el comportamiento animal. Una discusión que conduce a proponer la mirada del etólogo en la investigación del comportamiento de los sistemas de IA, los cuales a su vez anticipan la conducta humana. El trabajo del profesor (10) Juan Manuel Heredia muestra como los filósofos Maurice Merleau-Ponty, Gilbert Simondon y Gilles Deleuze reivindican el pensamiento de Uexküll y proponen su revalorización desde un punto de vista post-antropocéntrico, en contra de la crítica formulada por la antropología filosófica alemana (1928-1944). En la misma línea, la profesora (11) María Luisa Bacarlett Pérez argumenta que la biosemiótica propone entender el Umwelt como el resultado de un proceso subjetivo trascendental y performativo del viviente, que repercute en la transformación de su percepción y comportamiento. Muestra como la perspectiva performativa ha sido central para entender el modo en que los sujetos conforman sus esferas de vida, tal como se desarrolla en las obras de Erving Goffman y Judith Butler. El profesor (12) Luis Eugenio Andrade Pérez, por su parte, ofrece elementos para una interpretación informacional de la ley de conformidad a plan de Uexküll, insistiendo en el papel central que juega el cuerpo del viviente como la instancia mediadora que correlaciona entradas sensoriales con las respuestas que se traducen en ajustes somáticos, moldeadores de sí mismo, y las acciones externas moldeadoras del medio circundante. El texto destaca cómo los procesamientos de información permiten resolver la tensión entre los círculos funcionales cerrados y la ley de concatenación funcional que los coordina a escala supraorganísmica. Por último, el trabajo de (13) Santiago Arcila Rodríguez propone, a partir de una interpretación del mundo circundante (Umwelt) y pasando por la neurobiología ecológica, la justificación de una forma de realismo etológico y ontológico de las imágenes biológicas, en tanto imágenes vivas que experimentan los organismos y que al mismo tiempo son su materialidad. Se trata de una exploración de las posibilidades estéticas y etológicas subyacentes al pensamiento de Uexküll, que inspiran la idea de estudiar a los animales en tanto imágenes producidas por una naturaleza cinematográfica, apoyada en la idea de meta-cine de Bergson y Deleuze. La apuesta de Santiago explora la posibilidad de fundamentar un campo de estudio de la vida animal a partir de lo que denomina etológica cinematográfica.